Siempre me han gustado las negritas. Nos sé por qué, quizás porque soy blanco tirado para rosáceo. Lo concreto es que las negritas siempre han sido mi debilidad. No solo me gustan, me las como con gusto, con deleite, lentamente, de a poco, no de un zarpazo. Las disfruto desde niño. Si no hay negritas prefiero abstenerme. No han faltado las veces que queriendo una negrita, me han ofrecido otra tentación. Las he rechazado siempre. Prefiero tener paciencia, esperar, y encontrarme con una negrita para saborearla con fruición. De hecho me casé con una negrita.
Ahora me han querido ofrecer una chokita cuando pido una negrita.
Por favor! Me dicen que es lo mismo. Cómo va a ser lo mismo! Imposible! No hay
como una negrita. Las negritas son incomparables, se saborean de punta a cabo.
La desaparición de las negritas es un desastre por más que
sea a nombre de lo que sea. Basta ver a una negrita para darse cuenta de lo que
estoy hablando. Y qué decir cuando nos la estamos comiendo! Es la gloria misma,
el paraíso.
negrita <> chokita. Imposible
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