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David Ricardo fue un economista británico (1772-1823) que a los 25 años ya había obtenido una fortuna invirtiendo en la bolsa, lo que le permitió concentrarse el resto de su vida en el estudio de la economía. Su obra ha fructificado hasta nuestros días. De hecho la globalización imperante se nutre esencialmente de sus principios y leyes, en particular del principio de las ventajas comparativas. Es Ricardo la fuente de los argumentos del grueso de los líderes políticos, negociadores, empresarios y economistas, quienes al unísono promueven el comercio internacional por la vía de las rebajas arancelarias y los tratados de libre comercio asumiéndose sin mayor discusión que bajo este esquema todos ganan. En ninguna parte se exponen las razones por las cuales los paises instauran mecanismos de protección arancelaria que limitan el libre comercio.
Si
bien la paternidad del neoliberalismo actual es asignada a Adam Smith, en
estricto rigor habría que atribuírsela a Ricardo, pues es éste quien otorga a
la economía el status de ciencias económicas, al proveerle de un soporte
“científico”, marginando por completo el soporte “ético” que las relaciones
productivo-económicas poseían hasta los tiempos de Smith.
El aporte de Ricardo va en esta línea. Bajo su pensamiento se presume
que los propietarios de los factores productivos que participan en el proceso
de producción de bienes y servicios reciben un pago por su uso. A los propietarios del capital –los
capitalistas- se les paga una utilidad;
a los propietarios de los recursos naturales se les paga una renta; y a
los propietarios del trabajo se les pagan sueldos y salarios.
Por ello sorprende que quienes se arrogan el título de neoliberales se opongan al royalty minero, que no es otra cosa que la renta de quien es el propietario de los recursos mineros. Esta postura, más que estar amparada por los principios que rigen al neoliberalismo, parece explicarse esencialmente por la defensa de intereses. Curiosamente quienes hoy ponen el grito en el cielo, no lo hacen cuando del factor trabajo se trata. Este ejemplo que atraviesa tímidamente la discusión económica en el Chile de hoy, ilustra el trasfondo político –la defensa de intereses contrapuestos- existente, pero que se oculta bajo una concepción aséptica (“científica”) de la economía, la que se asume que está por sobre espurios intereses políticos.
En síntesis, a Ricardo los neoliberales le aplican la política de “usar y tirar”, donde se le usa cuando conviene, y se le tira en caso contrario.
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