El gobierno de Chile resolvió no sumarse a la firma del pacto migratorio de las Naciones Unidas sobre la base de que entra en contradicción con los objetivos que tiene el país dado que su obligación es proteger los intereses de los chilenos. Para confirmar lo señalado, sostuvo que “restringe nuestra soberanía y puede perjudicar a nuestros compatriotas”, agregando que “yo quiero discutir la política de migración en Chile con los chilenos y no con los funcionarios internacionales”. Luego remata afirmando que “Yo sé que para mucha gente estar en buena con los organismos internacionales es muy importante por razones obvias. A mí me interesa más estar en buena con el país, con los chilenos, y estamos haciendo lo que tenemos que hacer".
Como anillo al dedo le vino el respaldo del expresidente Frei Ruiz-Tagle, al afirmar éste que “no podemos aceptar que de afuera nos estén fijando las condiciones en que entra la gente”. Su padre, Frei Montalva, debe estar agarrándose la cabeza en su tumba ante tamaña expresión.
Quisiera dejar constancia de al menos cuatro hechos que me llaman la atención. Uno, que el pacto restringiría la soberanía y pueda perjudicar a los chilenos. Esta afirmación me recuerda los tiempos del innombrable, que no estaba disponible para firmar pacto alguno que restringiera su poder para hacer lo que se le antojara internamente, abusando del poder al amparo de la fuerza. Dos, no querer discutir políticas migratorias con funcionarios internacionales, sino que con los chilenos. Sin embargo, no duda en discutir políticas económicas y financieras con el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial. Tres, quienes apoyan la decisión de no firmar el pacto son casi todos, si no todos, hijos de inmigrantes y tienen pendiente resolver el llamado problema mapuche, los únicos no migrantes de este país llamado Chile. Y cuatro, esta decisión coincide con un alza del populismo de derecha que en nuestro continente está siendo liderado por Brasil con Bolsonaro a la cabeza, otro hijo de inmigrantes italianos y que aspira reducir a los nativos a la mínima expresión.
Es importante consignar que el pacto, firmado por más de 150 países, procura abordar la problemática migratoria, que de por sí suele tener tras sí una tragedia –escapando de guerras, de crisis económicas, hambrunas, desastres naturales-. Si nos damos el trabajo de leer el contenido del pacto, y los ejes que contiene, observaremos que solo persigue una migración segura, ordenada y regular. En ningún caso apunta a facilitar la migración de delincuentes ni privilegiar a los inmigrantes por sobre los connacionales.
El tradicional eje político izquierda-derecha pareciera estar quedando atrás, para ser reemplazado por uno nuevo, que está por definirse, y donde está en juego si construimos una sociedad basada en lo peor o lo mejor de nosotros.
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