Que me perdonen
quienes me leen si vuelvo a recordar los inicios de la carrera de Ingeniería en
Informática Empresarial (IIE), pero lo hago por dos motivos: uno, porque me
tocó vivirlo con mucha intensidad y muchas ganas; y dos, porque creo que los
primeros años son vitales, tal como lo fue la infancia para cada uno de
nosotros. Los primeros años marcan, dejan huella y suelen ser definitorios. La
vida nos puede llevar a senderos desconocidos, no previstos. Tal como en
nuestras vidas una buena infancia nos provee los pilares para enfrentar el
futuro, también es cierto que no lo asegura. Si insisto en esta fase del
desarrollo de la carrera es porque me tocó vivirla.
Hoy quiero recordar
las exposiciones y conversaciones con empresarios, altos ejecutivos y
profesionales que la dirección de la carrera invitaba periódicamente para que
los alumnos los conocieran y tuvieran oportunidad de intercambiar ideas e
impresiones con ellos con el objetivo de que conocieran el mundo que les
esperaba, el terreno laboral con que se encontrarían una vez egresados.
Es así como la
dirección de la carrera se esforzó por organizar estos eventos, de los cuales
me permitiré recordar una charla en particular, titulada “Historia de una
empresa del sector computacional” en tiempos de la Facultad de Ciencias
Empresariales (FACE), hoy reconvertida en Facultad de Economía y Negocios
(FEN).
La charla estuvo a
cargo del dueño y alto ejecutivo de una empresa localizada en Santiago que se
inició como proveedora de servicios de arriendo de equipos informáticos y que luego
se expandió a la prestación de servicios informáticos. Sus clientes eran tanto
empresas privadas, como públicas, tales como bancos, ministerios y municipios.
Lo que más rescato de esa conversación con los alumnos de la carrera, fue el énfasis puesto por el ejecutivo en que solemos no estar preparados para fracasar, en circunstancias que siempre está la posibilidad de equivocarnos. Insistió en que el éxito de todo emprendimiento de un nuevo negocio, empresa, o proyecto, tiende a ser precedido de varios intentos que vieron el sabor amargo del fracaso. Por ello invitaba a perseverar, a no claudicar. El éxito no llega de un paraguazo, sino que suele venir de la mano de varios fracasos, los que al final del día, no deben verse como tales, sino como pasos imposibles de soslayar.
En tal sentido lamentó
que la sociedad valore el éxito y castigue el fracaso, sin percatarse que uno o
más fracasos son la antesala de todo éxito. En la ocasión también apuntó a la
actitud que todo emprendedor al momento de dar curso a una idea, la de ser
capaz de resistir fracasos, errores y caídas. Ellos no deben amilanarnos,
sino que, por el contrario, levantarnos una y otra vez. Recalcó que aprendemos
más con las derrotas que con los triunfos. Y lo ejemplificó con su propia
experiencia, dado que antes de formar la empresa actual de la que es socio y
gerente, incursionó y fracasó en el rubro de la ferretería, de una clínica
dental y en la agricultura con una plantación de papas.
En relación a la
empresa que hoy lidera, planteó que un elemento al que le concede máxima importancia
está referido al clima humano que ha de imperar. Sostuvo que, si se desea que
una empresa sea productiva, es imperativo que el personal se. sienta a
gusto, considerado y respetado, lo que exige una organización de naturaleza
horizontal antes que vertical, lo que implica confianza, la existencia canales
de diálogo capaces de anticiparse a potenciales conflictos, y una política de
remuneraciones consistente con lo planteado. En tal sentido expresó que una de
las mayores satisfacciones que le reporta la empresa es que los trabajadores la
sientan suya.
Ojalá estas charlas prosigan invitando ahora a quienes han egresado de IIE, y sus empleadores, para que cuenten sus experiencias. Dar a conocerlas a nuestros estudiantes vale oro.