Con la 2da vuelta en
las próximas horas, a pesar de estar fuera de Chile hace ya más de 9 meses, me
es imposible dejar de expresar las reflexiones que por estos días dan vuelta en mi cabeza.
Reflexiones que giran
en torno a la interrogante ¿qué hemos hecho, o qué ha pasado, para que tengamos
al pinochetismo resucitado? No estoy diciendo que ya ganó, porque eso está por
verse y no pierdo la esperanza de que en la puerta del horno se queme el
pan. Mi interrogante apunta en otra dirección a la luz de los resultados de la
1ra vuelta presidencial y de las elecciones presidenciales donde la ultraderecha,
o derecha radical, ha pasado a tener un protagonismo inédito. La derecha
tradicional, histórica, ha pasado a un segundo plano.
Si bien alguien podría
decir que algo similar está ocurriendo en la izquierda, no es comparable porque
no es la ultraizquierda la que está llevando el pandero en el sector dado que
ni el Frente Amplio (FA) ni el Partido Comunista (PC) son partidos ultras como
sí lo son los partidos que están tras Kast y Kaiser. Quien representó a la
ultraizquierda en la primera vuelta fue Eduardo Artes, y bien sabemos que su
peso electoral fue ínfimo.
Prueba lo señalado la
composición del nuevo congreso, tanto en la Cámara de Diputados como en el Senado,
dado que la bancada más numerosa es la de la ultraderecha, mientras que la ultraizquierda
no tiene representación alguna. Si alguien tiene la tentación de incluir al PC
dentro de la ultraizquierda, creo que se equivoca medio a medio. Si algo ha caracterizado al PC chileno dentro
de la izquierda es su tinte conservador, institucional, legalista, del que solo
se ha desmarcado cuando fue perseguido en tiempos del
innombrable.
Escribo estas líneas porque veo una ultraderecha inflada, eufórica, que da por ganada la
elección, cantando victoria, donde ya están pensando en la distribución de
cargos, intentando definir los primeros pasos a seguir, las medidas a adoptar en
lo inmediato. Se dan el lujo de afirmar que la incógnita se centra en los
puntos porcentuales de diferencia con que ganarían.
Hablo de un
pinochetismo resucitado porque es primera vez, desde los 90, que tenemos a un
candidato presidencial pinochetista en un 100% con posibilidades de ser elegido.
Todos los candidatos que durante la transición ha levantado la derecha eran
versiones que buscaban desmarcarse del pinochetismo. Kast en cambio es una
versión pura y dura del pinochetismo. No solo él, sino su entorno inmediato. Nadie
debería llamarse a engaño al respecto.
Estamos ante un
fenómeno muy curioso que uno podría entender si el país se estuviese cayendo a
pedazos. Pero todo el mundo sabe que no lo está, sino todo lo
contrario. Si bien no estamos creciendo como quisiéramos, que tenemos problemas
migratorios, de inseguridad, de corrupción, ellos no son de la dimensión que la derecha multiplica maliciosamente.
Basta cotejarnos con
otros países para darnos cuenta que estamos arriba de un barco navegando en
aguas tempestuosas que no está naufragando ni mucho menos. El próximo gobierno
recibirá un país en marcha, que no se está hundiendo, que está andando. Algunos
pensarán que podría andar mejor. Es posible, pero no es tarea fácil en el
contexto en que estamos. Basta levantar la mirada, ver cómo están otros países
para darnos cuenta.
Veo a un gobierno que en estos 4 años ha estado capeando fuertes temporales para llegar a puerto en buen pie. No olvidemos que han sido años con dos guerras en curso -la de Gaza y Ucrania-, donde la corrupción se está enseñoreando a nivel mundial de la mano del narcotráfico y en medio de un flujo migratorio de dimensiones planetarias.
Por último, qué mejor indicador de que no
estamos tan mal como se pregona insistentemente, que el flujo migratorio es
hacia nuestro chilito y no al revés. Esto nos dice que en chilito se está mejor
que en los otros países. En tiempos del pinochetismo eran más quienes se iban,
que quienes llegaban.
Tenemos cosas que
corregir, hacer mejor, bien, pero lo que no podemos ni debemos hacer, es
retroceder en los avances alcanzados en estas décadas.

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