El próximo 11 de marzo del 2026 asume José Antonio Kast (JAK). Los distintos actores políticos chilenos están tratando de posicionarse frente a lo que viene, y que no es menor. Mal que mal el perfil de quien encabezará el próximo gobierno es de una derecha radical, el primero desde 1990, cuando en Chile se inició la transición política hacia la democracia.
JAK ganó la segunda vuelta
en las últimas elecciones presidenciales con una
votación no desdeñable, cercana al 60%. Si bien tiene una manera de ser que no
se condice con la de muchos de quienes representan a la derecha radical en
otros países, como Milei y Trump, su pensamiento político es afín a ellos. No
por nada, a pocas horas de ser presidente electo fue a Argentina a ver a Milei.
¿Qué los une? Me atrevería a
afirmar que el común denominadore de ellos se centra en un anticomunismo
visceral, un cierto desprecio por la democracia clásica, y una propensión hacia
el autoritarismo. Para decirlo sin rodeos, una preferencia por las dictaduras,
siempre y cuando no sean de “izquierda”, por una “unidad nacional” sui generis
que excluye a quienes califica como enemigos internos.
Cuando hago referencia a la
democracia clásica estoy identificando como tal a un esquema político donde las
FFAA se encuentran subordinadas al poder político; donde los medios de
comunicación son libres e independientes, concebidos como un cuarto poder;
donde quien preside el poder ejecutivo y quienes integran el poder legislativo
son electos mediante el voto ciudadano libre e informado; y donde existe
separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, esto es,
concebidos como poderes independientes.
Bien sabemos que por más que
queramos endulzar la realidad, no es fácil encontrar países en los que esta
democracia clásica se practique en su totalidad. Tenemos versiones más o menos
cercanas, o lejanas, dadas por los más diversos factores. Lo preocupante es que
estamos observando una tendencia hacia una democracia cada vez menos clásica,
con crecientes rasgos autoritarios, por no decir, totalitarios o dictatoriales.
A diferencia de otros tiempos, que llegaban por la vía de golpes de estado,
ahora lo están haciendo por la vía del voto popular. Ya no parece necesario el
golpe duro, seco, de la mano militar. Se ha descubierto una nueva vía, el golpe
“blando”, el del voto, con la venia de la mayoría.
José Antonio Kast (JAK) ganó
inobjetablemente, mediante el voto popular. No necesitó golpe militar alguno.
Su perfil es la del clásico anticomunista. Respaldó al golpe militar, y en 1988
adhirió a la opción del Si que postulaba la continuidad del gobierno bajo el
mando del innombrable. Militante de la UDI desde sus tiempos mozos bajo el
influjo de Jaime Guzmán, hace unos años renuncia por considerar que estaba
abandonando las ideas matrices que le dieron origen, razón por la cual opta por
crear un nuevo partido político, el republicano, que dentro del espectro
político nacional se ubica a la derecha de la derecha. Uno de los fundamentos
de su partida de la UDI, fue por considerar que junto a RN se habían convertido
en “la derechita cobarde”, abandonando las convicciones que le dieron origen.
JAK, es anticomunista, de un
anticomunismo similar al del innombrable, que enarbola la bandera de una unidad
nacional en el que los comunistas no tienen cabida. Por tanto, antes que
adversarios políticos, son enemigos, expresión que abre espacio a su
marginación, a su ilegalidad, persecución y/o exterminio. Y abre espacio a
respaldar, indultar, excarcelar a quienes han sido condenados por ser los
ejecutores de políticas que culminaron en acciones, que en su tiempo el diario
vespertino La Segunda, sin escrúpulo alguno, se encargó de titular
“Exterminados como ratas”.
No tengo razones para pensar que
esta concepción política de JAK haya variado, ni se haya morigerado en estos
años. A quienes no votamos por JAK, los resultados son claros: nuestros representantes
en el congreso nacional están mandatados para ser opositores. Esto implica
vigilar cualquier intento de romper la esencia de la democracia clásica, así
como de perseguir y discriminar a las personas por las ideas que se profesen.
No a la discriminación, particularmente cuando se trate de una discriminación
contra los más débiles, los trabajadores, las mujeres, los niños, los adultos
mayores, los indígenas, homosexuales, los inmigrantes, las minorías. Todos
merecemos respeto y consideración.
En consecuencia, frente a la
pregunta qué hacer frente a la llegada de JAK a la presidencia, no cabe menos
que situarse en una oposición vigilante y constructiva. En la medida que JAK y su
gobierno sean capaces de respetar la democracia tal como la definimos más
arriba, sin eufemismos ni engaños, debe contar con nuestra más resuelta colaboración
por parte de quienes nos consideramos demócratas, sin medias tintas y en el más
pleno sentido del término. Por el contrario, si no resisten la tentación por
sobrepasar las líneas rojas más arriba señaladas, solo cabe ejercer el rol opositor
que se nos asignó.
No por azar sostengo que nuestra oposición debe ser vigilante y constructiva. Una oposición destructiva le hace un flaco favor a Chile y la democracia, desvalorizándola. El punto está en identificar ¿qué distingueuna oposición destructiva de la constructiva? ¿quién establece donde termina una y empieza la otra? Pero esto ya es tema para otra columna.

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