diciembre 30, 2025

Chile ¿Qué hacer frente al nuevo gobierno?

El próximo 11 de marzo del 2026 asume José Antonio Kast (JAK). Los distintos actores políticos chilenos están tratando de posicionarse frente a lo que viene, y que no es menor. Mal que mal el perfil de quien encabezará el próximo gobierno es de una derecha radical, el primero desde 1990, cuando en Chile se inició la transición política hacia la democracia.

JAK ganó la segunda vuelta en las últimas elecciones presidenciales con una votación no desdeñable, cercana al 60%. Si bien tiene una manera de ser que no se condice con la de muchos de quienes representan a la derecha radical en otros países, como Milei y Trump, su pensamiento político es afín a ellos. No por nada, a pocas horas de ser presidente electo fue a Argentina a ver a Milei.

¿Qué los une? Me atrevería a afirmar que el común denominadore de ellos se centra en un anticomunismo visceral, un cierto desprecio por la democracia clásica, y una propensión hacia el autoritarismo. Para decirlo sin rodeos, una preferencia por las dictaduras, siempre y cuando no sean de “izquierda”, por una “unidad nacional” sui generis que excluye a quienes califica como enemigos internos.

Cuando hago referencia a la democracia clásica estoy identificando como tal a un esquema político donde las FFAA se encuentran subordinadas al poder político; donde los medios de comunicación son libres e independientes, concebidos como un cuarto poder; donde quien preside el poder ejecutivo y quienes integran el poder legislativo son electos mediante el voto ciudadano libre e informado; y donde existe separación de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, esto es, concebidos como poderes independientes.

Bien sabemos que por más que queramos endulzar la realidad, no es fácil encontrar países en los que esta democracia clásica se practique en su totalidad. Tenemos versiones más o menos cercanas, o lejanas, dadas por los más diversos factores. Lo preocupante es que estamos observando una tendencia hacia una democracia cada vez menos clásica, con crecientes rasgos autoritarios, por no decir, totalitarios o dictatoriales. A diferencia de otros tiempos, que llegaban por la vía de golpes de estado, ahora lo están haciendo por la vía del voto popular. Ya no parece necesario el golpe duro, seco, de la mano militar. Se ha descubierto una nueva vía, el golpe “blando”, el del voto, con la venia de la mayoría.

José Antonio Kast (JAK) ganó inobjetablemente, mediante el voto popular. No necesitó golpe militar alguno. Su perfil es la del clásico anticomunista. Respaldó al golpe militar, y en 1988 adhirió a la opción del Si que postulaba la continuidad del gobierno bajo el mando del innombrable. Militante de la UDI desde sus tiempos mozos bajo el influjo de Jaime Guzmán, hace unos años renuncia por considerar que estaba abandonando las ideas matrices que le dieron origen, razón por la cual opta por crear un nuevo partido político, el republicano, que dentro del espectro político nacional se ubica a la derecha de la derecha. Uno de los fundamentos de su partida de la UDI, fue por considerar que junto a RN se habían convertido en “la derechita cobarde”, abandonando las convicciones que le dieron origen.

JAK, es anticomunista, de un anticomunismo similar al del innombrable, que enarbola la bandera de una unidad nacional en el que los comunistas no tienen cabida. Por tanto, antes que adversarios políticos, son enemigos, expresión que abre espacio a su marginación, a su ilegalidad, persecución y/o exterminio. Y abre espacio a respaldar, indultar, excarcelar a quienes han sido condenados por ser los ejecutores de políticas que culminaron en acciones, que en su tiempo el diario vespertino La Segunda, sin escrúpulo alguno, se encargó de titular “Exterminados como ratas”.

No tengo razones para pensar que esta concepción política de JAK haya variado, ni se haya morigerado en estos años. A quienes no votamos por JAK, los resultados son claros: nuestros representantes en el congreso nacional están mandatados para ser opositores. Esto implica vigilar cualquier intento de romper la esencia de la democracia clásica, así como de perseguir y discriminar a las personas por las ideas que se profesen. No a la discriminación, particularmente cuando se trate de una discriminación contra los más débiles, los trabajadores, las mujeres, los niños, los adultos mayores, los indígenas, homosexuales, los inmigrantes, las minorías. Todos merecemos respeto y consideración.

En consecuencia, frente a la pregunta qué hacer frente a la llegada de JAK a la presidencia, no cabe menos que situarse en una oposición vigilante y constructiva. En la medida que JAK y su gobierno sean capaces de respetar la democracia tal como la definimos más arriba, sin eufemismos ni engaños, debe contar con nuestra más resuelta colaboración por parte de quienes nos consideramos demócratas, sin medias tintas y en el más pleno sentido del término. Por el contrario, si no resisten la tentación por sobrepasar las líneas rojas más arriba señaladas, solo cabe ejercer el rol opositor que se nos asignó.

No por azar sostengo que nuestra oposición debe ser vigilante y constructiva. Una oposición destructiva le hace un flaco favor a Chile y la democracia, desvalorizándola. El punto está en identificar ¿qué distingueuna oposición destructiva de la constructiva? ¿quién establece donde termina una y empieza la otra? Pero esto ya es tema para otra columna. 

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