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Estas líneas son un intento de reflexión acerca de lo ocurrido en Francia, donde Macron acaba de proponer a un veterano político conservador, Michel Barnier, para el cargo de primer ministro, luego de casi dos meses de bloqueo político tras la segunda vuelta de las elecciones parlamentarias.
Recordemos que en Francia para ser parlamentario
se debe obtener más del 50% en una primera vuelta, puesto que de lo contrario
hay una segunda vuelta entre todos quienes hayan alcanzado más del 15% de los votos.
En las recientes elecciones parlamentarias, las fuerzas de la ultraderecha de Reagrupación
Nacional (RN) comandadas por Marine Le Pen obtuvieron por primera vez la mayoría a nivel nacional produciendo alarma en el resto de las fuerzas
políticas. En razón de ello, estas últimas decidieron unir sus fuerzas para la
segunda vuelta, estrategia que obtuvo un resonante triunfo y donde el gran
triunfador fue Francia Insumisa (FI) de Melenchon, máximo representante de la
izquierda francesa. Con esto, se aseguró que el parlamento francés, la Asamblea
Nacional, no fuese dominada por la ultraderecha.
En este escenario, Macron se propuso conversar
con todas las fuerzas políticas, excepto RN. Para estos efectos convocó a los distintos
líderes políticos, sin encontrar un nombre que no fuera vetado por alguna de
las fuerzas políticas que asegurara su ratificación. Melenchon exigía que el
nuevo primer ministro fuese de su partido, FI, por ser la fuerza mayoritaria en
el congreso. Luego de más de un mes de conversaciones infructuosas, Macron
resolvió romper el cordón sanitario impuesto a Le Pen invitándola a conversar
para desatar el nudo. ¿Resultado? Hoy el primer ministro es un conservador, de
derecha, Michel Barnier, un experimentado político, gracias a Le Pen y a las exigencias de Melenchon. Para dar su visto bueno, Le Pen exigió que Macron deje de excluir
a RN de las grandes decisiones y que se aboque a resolver los problemas de
seguridad, inmigración y económicos que aquejan a Francia.
Todas las fuerzas fueron capaces de unirse
para impedir que RN se alzara con la victoria final, pero fueron incapaces de
unirse para tener un primer ministro de sus filas, esto es, para gobernar. No
come, ni deja comer.
En concreto, el resultado de todo esto es que en Francia hay nuevo primer ministro con la venia de RN. Le Pen vio su oportunidad en el empecinamiento de Melenchon, quien fue por lana y terminó trasquilado. No es primera vez. Todo un clásico, ir por todo y terminar saliendo con las manos vacías. La negación de lo que es la esencia de la política, la negociación. En democracia, las movilizaciones sociales son un complemento de las negociaciones, en ningún caso un sustituto de ellas.
Entiendo que Macron, de buena fe, intentó que el gobierno fuese encabezado por quien acordara todo el arco político excluyendo a RN. Al no lograrlo, no tuvo más remedio que incluir a RN en las conversaciones. Y RN aceptó el convite desartando la furia de la izquierda radical (FI) de Melenchon que ahora solo atina a movilizaciones que al final del día solo darán más y mpás fuerza a RN.
Nada nuevo bajo el sol: es lo que está
ocurriendo no solo en Francia, sino que en muchas partes. La ultraderecha se
está aprovechando no solo del pánico, sino que del vacío que está dejando una
izquierda que parece deambular sin rumbo con la brújula perdida.
Mientras tanto, en estas condiciones, nadie
puede cantar victoria, ni los Putin, ni las Le Pen, ni los Milei, ni los
Netanyahu, ni los Maduro. Estamos ante un cuento en desarrollo.
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