septiembre 11, 2024

Un 11 de septiembre en Nieder-Klingen

Desde Niederklingen escribo estas líneas un 11 de septiembre, fecha dotada de muchos significados. A nivel mundial, es el día en que fueron derribadas las torres gemelas en Nueva York, en abierto desafío a la supremacía estadounidense; es el día del golpe militar en Chile por parte del innombrable; y en lo familiar, es el día que me casé. Para que nadie se engañe, todo esto el mismo día, pero en distintos años.

Hoy, con mi señora, la misma con que me casé hace ya más de 50 años, ya llevamos más de dos semanas en Alemania, en Niederklingen, un pueblo con menos de mil habitantes, donde vive uno de mis hijos con su familia. Un pueblo a menos de una hora de Frankfurt am Main, donde nació mi madre. Un pueblo precioso, donde no hay ni una botillería, ni un café, ni un comercio, exceptuando una pequeña carnicería que abre ocasionalmente, y una panadería móvil sobre un motorhome que se posiciona una vez por semana, los días viernes por la mañana. Por sus callejuelas casi no se ve gente ni siquiera los días de sol. Nuestras caminatas diarias son a Obenklingen, un pueblo gemelo que está a un kilómetro de distancia. Una vez caminamos hacia Habitzheim que está a unos 4 kilómetros por caminos rodeados de campos cuidadosamente arados y sembrados. Otra vez quise hacer el mismo camino perdiéndome, por lo que tuve que regresarme para no perderme totalmente. Otra vez quisimos ir con mi esposa a Hering, otro pueblo cercano, siguiendo las indicaciones que me dio mi hijo, pero también nos perdimos, ahora en medio del follaje de los bosques que atravesábamos. Nos regresamos con la cola entre las piernas.

Estamos en una zona llena de pequeños pueblos, unos más grandes que otros, que están distanciados a tan solo minutos conformando una red de poblados interdependientes y comunicados entre sí por caminos o carreteras siempre en buen estado, gracias a empresas responsables de su mantenimiento y que están siempre atentos a cualquier imprevisto o denuncia de algún vecino para efectuar las reparaciones que las circunstancias exijan. Reparaciones que están reducidas al mínimo gracias a una mantención preventiva que se realiza escrupulosamente.

Las reglas de tránsito son respetadas por los conductores, y pobre de quien las pase a llevar. Al menos recibirá los improperios de quien lo haya detectado. Las exigencias para tener licencia de conducir son altas, pero una vez que dispones de ella, es de por vida, sin necesidad de andar renovándola periódicamente. Se te suspende o quita la licencia si has cometido alguna falta, dependiendo de su gravedad y frecuencia.

Hoy llueve intensamente. Acá estamos ya a fines de verano. Mañana nos vamos a Berlín, a estar con nuestra hija y nieto mayor. Escribo estas líneas por la mañana estando los nietos en el colegio, localizado en Darmstadt, a menos de media hora de acá. La calidad de vida por estos lares es alta. Las casas bien construidas, con muchos paneles solares a la vista, y muchas de ellas con sus muros exteriores reforzados con placas de materiales aislantes destinadas a reducir la necesidad de calefacción y consumo de energía eléctrica en invierno. Reformas que se realizan con un alto porcentaje de ayuda financiera gubernamental.

Los espacios públicos tienen una limpieza que para un sudamericano como uno sorprenden. No es que existan brigadas de limpieza que estén todos los días limpiando, simplemente no se ensucian. Tan solo basta que existan lugares con basureros donde la gente deposita sus desechos. Basureros que nunca están llenos porque periódicamente son vaciados. Impresiona ver como los propios visitantes se encargan de dejar todo limpio. No se ve ni un papel tirado.

Tampoco veo la obesidad que observo en Chile. Se ven gordos y gordas, pero no en la proporción que encontramos en Chile donde ya es todo un tema de salud pública. Mucha gente tiene el hábito de caminar por las calles, algunos con sus hijos o nietos, algunos con perros, otros solos. No se ven perros sueltos, ni quiltros, ni perros sin dueños. Tampoco se ven cables, ni marañas de cables por los aires. Sí muchas bicicletas, las que son respetadas por peatones y conductores de coches. Ciclistas que también respetan a peatones.

Todo en forma natural, sin que tengan que existir policías encima para asegurar que las reglas, las leyes, o las disposiciones vigentes se cumplan. Es algo que pareciera estar internalizado, incorporado culturalmente, en el deber ser, en la responsabilidad de cada uno. Lo descrito es de una fuerza tal que no solo lo he podido observar en los alemanes propiamente tales, sino que también en los inmigrantes, que no son pocos y que tienen distintos orígenes: turcos, sudamericanos, portugueses, entre otros. Inmigrantes que con el tiempo, unos más que otros, se han ido adaptando y haciendo suya esta cultura sin necesariamente renunciar a su identidad.

Una sociedad compleja no exenta de problemas, pero que muestra signos de vitalidad y riqueza intercultural apasionantes.

3 comentarios:

  1. Christian Ghymers4:15 a.m.

    Bienvenida en el viejo continente que agoniza en su lujo y obsesiones maniáticas, donde la extrema derecha nacionalista repunta en casi todos los países. En Alemania, es la otra cara del orden público, todo limpio pero con el resultado que el extranjero aparece como un mancha sucia. En Francia, el mismo nacional-centrismo disfraza la invasión de ideas radicales en ambos extremos políticos, que quieren ambos más deudas públicas y rechazan cualquier ley económica o argumento de buen sentido, y se preparan a pactizar con el fascismo ruso. Es el suicidio de un mundo flojo del bienestar, que va a caer como una fruta madura en las manos de los poderes autocráticos.

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    1. Lo que señalas es una posibilidad, que espero no se concrete.

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  2. Anónimo6:47 p.m.

    Estimado Rodolfo, muy buen relato. Como me gustaría que mi ciudad Los Andes tuviera algunas de las característica que señalas, un Los Andes limpio, sin rayados en las viviendas y comercio, sin vendedores ambulantes, sin cables en el alumbrado público, donde día a día instalan más sin retirar ninguno. Pero solo son buenos deseos. La raza es la mala como decía pariente. Saludos y ven a visitarnos.

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