septiembre 24, 2024

El racismo tras el fascismo

Mi última columna fue escrita en Alemania a días de dos elecciones regionales (Turingia y Sajonia), cuyos resultados dieron cuenta del ascenso ultraderechista (Qué es el fascismo). Hoy, sigo en Alemania, y escribo estas líneas a días de otra elección regional, la de Brandenburgo, donde el AFD, la fuerza política neonazi, confirma su ascenso en las urnas a costa de un descenso de la CDU (la democracia cristiana alemana) y de la desaparición de los verdes y de la izquierda tradicional.

Los socialdemócratas del SPD salvan el pellejo a duras penas, alzándose con la victoria por tan solo 1% de diferencia con el AFD (SPD 30%; AFD 29%). La sorpresa la dio una nueva izquierda populista -proRusia y proPutin- que compite por primera vez obteniendo de un viaje un 13%.  

En todas estas elecciones hay otro común denominador: los jóvenes están votando por el AFD.

En concreto, los resultados no hacen sino confirmar que la ultraderecha está saliendo de las catacumbas para emerger con mucha fuerza y desvergüenza. Para enfrentarla necesariamente debemos ir a las causas de este despertar a tres cuartos de siglo de su derrota en la segunda guerra mundial (2GM). ¿Qué está moviendo a las personas a sumarse a esta fuerza política? ¿qué tienen en común quienes adhieren al fascismo?

Quienes se suman al fascismo creen que son únicos, superiores a los demás, no creen en una raza humana; creen en la existencia de varias razas ordenadas jerárquicamente en base a algún atributo, sea éste el color de la piel, su origen o cualquier otro. Para decirlo sin ambages son racistas que discriminan en función de atributos con los que se nace. El supremacismo blanco actual que está dominando la escena en EEUU es un fiel reflejo del racismo imperante, tal como lo fue en Alemania y que dio origen a la 2GM.

El racismo implica que unos se crean superiores a otros, visión que alimenta el fascismo. Muchos afirman que el racismo, la discriminación es consustancial a la naturaleza humana. Falso, de falsedad absoluta. Nadie nace racista. Los niños juegan entre sí sin discriminar, segregar, pudiendo convivir pacíficamente con independencia de su origen. Dado que nadie nace racista, esto implica que el racista se forma, se educa como tal. Es la formación, la educación que recibimos la que nos hace segregar, ser racistas, esto es, fascistas. Por tanto, ahí estamos fallando en el proceso formativo al interior de nuestros hogares y en los establecimientos educacionales. Todo Estado que segrega es un Estado fascista. Sudáfrica fue un estado fascista en los tiempos en que segregaba a negros de los blancos, al igual que EEUU. Alemania fue un estado fascista cuando segregaba a los judíos, gitanos y homosexuales, a quienes consideraba como seres inferiores en tiempos de Hitler. Un fascismo que adoctrina en torno a conceptos grandilocuentes -tales como la patria, la bandera, el himno, la tradición, los desfiles militares-, pregonando un nacionalismo extremo vacío de contenido.

Se dice que una eventual causa del ascenso de la ultraderecha serían las migraciones. No, el odio a los inmigrantes que nos inyectan a diario viene dado por los medios de comunicación, incluidas las redes sociales. No es natural. Lo natural, desde siempre ha sido acoger al forastero, al migrante que huye de guerras, pobrezas, persecuciones.

También se dice que las dificultades económicas que atraviesan los países serían causa del resurgimiento de la ultraderecha dadas las prestaciones sociales -educación y salud- que muchos gobiernos proveen a los inmigrantes. Ojo, las dificultades económicas no tienen su origen en los inmigrantes; muy por el contrario, los inmigrantes están ayudando a levantar nuestros países realizando trabajos que los connacionales no queremos realizar. Por lo demás pagan impuestos como todo habitante de esta tierra, y están evitando que se despueblen países por tener una tasa de natalidad superior a la de los connacionales.

También se dice que el miedo sería otra de las causas del aumento en la votación de los partidos políticos fascistas. Un miedo que nace esencialmente del énfasis que los medios de comunicación dan a los delitos en que estén involucrados inmigrantes, olvidando que en el grueso de los delitos están implicados connacionales antes que inmigrantes. A ello cabe agregar que muchas veces las acusaciones terminan comprobándose falsas. La proporción de delitos cometidos por inmigrantes es insignificante al lado de la de los connacionales.

También se dice que la desilusión democrática sería otra de las causas del incremento de la votación a candidatos ultraderechistas. Desilusión democrática que se explica esencialmente por la carencia de una cultura democrática que debiera adquirirse en la enseñanza primaria y secundaria, con cursos sobre lo que se entiende por democracia y sobre civismo en democracia. La democracia no es milagrosa, tan solo nos ofrece una distribución del poder y un espacio de resolución pacífica de nuestros problemas: resolución que depende de nuestra propia voluntad.

Los fascistas ven a la democracia como un obstáculo a sus pretensiones de conquistar el poder total al que aspiran para imponer su racismo. No tienen empacho en acceder al poder por vías democráticas para posteriormente hacer tabla rasa con ella procurando el poder total, controlando no solo el poder ejecutivo, sino el legislativo, el judicial y los medios de comunicación. Así lo hizo Hitler, así ha pretendido hacerlo, y sigue pretendiéndolo Trump; así también pretendió hacerlo en Brasil, Bolsonaro. Todos ellos desprecian la democracia.

Los fascistas son nacionalistas porque temen que desde instancias internacionales les impidan hacer lo que quieran al interior de sus fronteras. Para estos efectos no dudan en erigirse en guardianes de la soberanía nacional acusando de vendepatrias a quienes osen oponerse a los designios fascistas.

Los fascistas buscan un líder al cual seguir y adorar que nos libere de la tarea de pensar por nosotros mismos, que nos diga qué hacer y qué no hacer. Y para esto requieren una población que no tenga conciencia de sus derechos, que no piense, por lo que postulan una educación sesgada, en la que una mayoría está condenada a la comodidad de obedecer, acatar ciegamente, y otros, los menos, a mandar, la base inmediata de apoyo al líder que debemos adorar.

En concreto, si tuviese que centrar en una única causa el ascenso del fascismo, diría que está en el racismo que se nos ha inoculado por las más diversas vías y que las familias, los sistemas educacionales y los medios de comunicación no han sido capaces de contrarrestar. Erradicar el racismo de raíz, entender que “nadie es más que nadie” es el desafío a proclamar que tenemos por delante, junto con disponer de un sistema educacional que ponga el acento en la no discriminación.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario