Mi última columna fue escrita en Alemania a días de dos elecciones regionales (Turingia y Sajonia), cuyos resultados dieron cuenta del ascenso ultraderechista (Qué es el fascismo). Hoy, sigo en Alemania, y escribo estas líneas a días de otra elección regional, la de Brandenburgo, donde el AFD, la fuerza política neonazi, confirma su ascenso en las urnas a costa de un descenso de la CDU (la democracia cristiana alemana) y de la desaparición de los verdes y de la izquierda tradicional.
Los socialdemócratas del SPD salvan el pellejo a duras penas, alzándose con la victoria por tan solo 1% de diferencia con el AFD (SPD 30%; AFD 29%). La sorpresa la dio una nueva izquierda populista -proRusia y proPutin- que compite por primera vez obteniendo de un viaje un 13%.
En todas estas elecciones hay otro común denominador: los jóvenes están votando por el AFD.
En
concreto, los resultados no hacen sino confirmar que la ultraderecha está
saliendo de las catacumbas para emerger con mucha fuerza y desvergüenza. Para enfrentarla
necesariamente debemos ir a las causas de este despertar a tres cuartos de
siglo de su derrota en la segunda guerra mundial (2GM). ¿Qué está moviendo a
las personas a sumarse a esta fuerza política? ¿qué tienen en común quienes adhieren
al fascismo?
Quienes se suman al fascismo creen que son únicos,
superiores a los demás, no creen en una raza humana; creen en la existencia de
varias razas ordenadas jerárquicamente en base a algún atributo, sea éste el
color de la piel, su origen o cualquier otro. Para decirlo sin ambages son
racistas que discriminan en función de atributos con los que se nace. El supremacismo
blanco actual que está dominando la escena en EEUU es un fiel reflejo del
racismo imperante, tal como lo fue en Alemania y que dio origen a la 2GM.
El racismo implica que unos se crean superiores a otros, visión
que alimenta el fascismo. Muchos afirman que el racismo, la discriminación es
consustancial a la naturaleza humana. Falso, de falsedad absoluta. Nadie nace
racista. Los niños juegan entre sí sin discriminar, segregar, pudiendo convivir
pacíficamente con independencia de su origen. Dado que nadie nace racista, esto
implica que el racista se forma, se educa como tal. Es la formación, la
educación que recibimos la que nos hace segregar, ser racistas, esto es,
fascistas. Por tanto, ahí estamos fallando en el proceso formativo al interior
de nuestros hogares y en los establecimientos educacionales. Todo Estado que
segrega es un Estado fascista. Sudáfrica fue un estado fascista en los tiempos
en que segregaba a negros de los blancos, al igual que EEUU. Alemania fue un estado
fascista cuando segregaba a los judíos, gitanos y homosexuales, a quienes
consideraba como seres inferiores en tiempos de Hitler. Un fascismo que
adoctrina en torno a conceptos grandilocuentes -tales como la patria, la
bandera, el himno, la tradición, los desfiles militares-, pregonando un
nacionalismo extremo vacío de contenido.
Se dice que una eventual
causa del ascenso de la ultraderecha serían las migraciones. No, el odio a los
inmigrantes que nos inyectan a diario viene dado por los medios de
comunicación, incluidas las redes sociales. No es natural. Lo natural, desde
siempre ha sido acoger al forastero, al migrante que huye de guerras, pobrezas,
persecuciones.
También se dice que las dificultades económicas que atraviesan los países serían
causa del resurgimiento de la ultraderecha dadas las prestaciones sociales -educación
y salud- que muchos gobiernos proveen a los inmigrantes. Ojo, las dificultades
económicas no tienen su origen en los inmigrantes; muy por el contrario, los
inmigrantes están ayudando a levantar nuestros países realizando trabajos que
los connacionales no queremos realizar. Por lo demás pagan impuestos como todo
habitante de esta tierra, y están evitando que se despueblen países por tener
una tasa de natalidad superior a la de los connacionales.
También se dice que el miedo sería otra de las causas del aumento en la votación de
los partidos políticos fascistas. Un miedo que nace esencialmente del énfasis
que los medios de comunicación dan a los delitos en que estén involucrados
inmigrantes, olvidando que en el grueso de los delitos están implicados
connacionales antes que inmigrantes. A ello cabe agregar que muchas veces las
acusaciones terminan comprobándose falsas. La proporción de delitos cometidos
por inmigrantes es insignificante al lado de la de los connacionales.
También se dice que la
desilusión democrática sería otra de las causas del incremento de la votación a
candidatos ultraderechistas. Desilusión democrática que se explica
esencialmente por la carencia de una cultura democrática que debiera adquirirse
en la enseñanza primaria y secundaria, con cursos sobre lo que se entiende por
democracia y sobre civismo en democracia. La democracia no es milagrosa, tan
solo nos ofrece una distribución del poder y un espacio de resolución pacífica de
nuestros problemas: resolución que depende de nuestra propia voluntad.
Los fascistas ven a la democracia como un obstáculo a sus
pretensiones de conquistar el poder total al que aspiran para imponer su
racismo. No tienen empacho en acceder al poder por vías democráticas para
posteriormente hacer tabla rasa con ella procurando el poder total, controlando
no solo el poder ejecutivo, sino el legislativo, el judicial y los medios de
comunicación. Así lo hizo Hitler, así ha pretendido hacerlo, y sigue
pretendiéndolo Trump; así también pretendió hacerlo en Brasil, Bolsonaro. Todos
ellos desprecian la democracia.
Los fascistas son nacionalistas porque temen que desde
instancias internacionales les impidan hacer lo que quieran al interior de sus
fronteras. Para estos efectos no dudan en erigirse en guardianes de la soberanía
nacional acusando de vendepatrias a quienes osen oponerse a los designios
fascistas.
Los fascistas buscan un líder al cual seguir y adorar que
nos libere de la tarea de pensar por nosotros mismos, que nos diga qué hacer y
qué no hacer. Y para esto requieren una población que no tenga conciencia de
sus derechos, que no piense, por lo que postulan una educación sesgada, en la
que una mayoría está condenada a la comodidad de obedecer, acatar ciegamente, y
otros, los menos, a mandar, la base inmediata de apoyo al líder que debemos
adorar.
En concreto, si tuviese que centrar en una única causa el
ascenso del fascismo, diría que está en el racismo que se nos ha inoculado por
las más diversas vías y que las familias, los sistemas educacionales y los
medios de comunicación no han sido capaces de contrarrestar. Erradicar el
racismo de raíz, entender que “nadie es más que nadie” es el desafío a
proclamar que tenemos por delante, junto con disponer de un sistema educacional
que ponga el acento en la no discriminación.
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