octubre 18, 2023

Revolución en Chile (parte 1 de 2)


 Unos años después de llegar a Chile, en la segunda mitad de la década de los 70, en mis años ariqueños, caminando por mercados de revistas y libros viejos, encuentro un libro cuyo título no dejó de llamarme la atención: Revolución en Chile. Su autora, una gringa, Sillie Utternut. Sin tapa, totalmente estropeado, me lo llevo por 100 pesos de entonces para leer algo que fue escrito en tiempos de la segunda administración del General Ibañez y en vísperas de las elecciones presidenciales del 58. Elecciones ganadas por Jorge Alessandri, alias El Paletas, cuyo slogan de campaña fue “A Usted lo necesito”.

No obstante haber sido escrito hace ya tanto tiempo -¿eran otros tiempos?- no pocos de sus acápites conservan una vigencia sorprendente, al menos en lo medular. Si alguno de quienes me leen conserva el libro en algún rincón olvidado de sus casas, le sugiero lo desempolve, sacude y devore. Les aseguro que no se arrepentirán. A continuación, van algunas de las ideas contenidas en este libro.

La gringa Sillie fue una periodista norteamericana enviada a Chile para reportear respecto de una eventual revolución que se estaría a punto de producir. Al arribar a Chile tuvo que dar una conferencia para “los chicos de la prensa”. No obstante estar recién llegada y venir a recoger antecedentes, parecía ser ella la que tenía que rendir cuentas.

-¿Qué le parece Chile?- le disparó un periodista apenas pisó tierra chilena. Ya le habían anticipado que esta sería una de las primeras preguntas que le harían. Su respuesta no se hizo esperar: “Es un país maravilloso. Espléndido clima, lindas mujeres, excelentes vinos”. Los periodistas presentes hincharon sus pechos.

-¿Qué candidato cree que va a ganar las elecciones?- lanzó otro reportero. Sillie respondió: “No lo sé. soy extranjera, no conozco el ambiente¨. “Por eso es importante su opinión, no tiene prejuicios, es imparcial” retrucó el periodista.

A poco andar, Sillie detecta en Chile un gran valor por todo lo foráneo. De las marcas registradas observa que un alto porcentaje, sobre el 70% tienen nombres ingleses, y no encontró a nadie que supiera decir en español buffet, closet o gasfiter. Incluso en pleno centro de la capital Santiago, encontró un negocio de artesanía nacional llamado “Chilean Souvenirs”. ¿Hemos abandonado este hábito de extranjerizar? Por esos años este exagerado respeto por todo lo extranjero ¿sería indicio de la inquietud de un pueblo que sueña con trascender sus fronteras y aprender de otros más civilizados? Según lo explicaba entonces un joven sociólogo, esto se correspondería con una cierta tradición nacional llamada siutiquería.

En una de sus correrías, nuestra gringa se topa con un ascensorista, de entonces de filiación política radical, a quien luego de vencer su reticencia inicial a manifestar su opinión respecto de la pregunta ¿habrá revolución?, responde en forma fulminante: “No señora. El chileno es más aguantador que pisadera de micro. No se aburre nunca de que lo embauquen”. Toda una filosofía.

El aire que se respiraba por esos años estaba completamente politizado. El tema candente en calles, esquinas, bares y oficinas, no era otro que el de la política. Nadie obligaba a los chilenos a hablar de política: lo hacían por su propio, inte4nso e insaciable gusto. y de la forma más curiosa imaginable: despotricando contra la política. Cuando algo olía a podrido, se dejaba caer todo el peso del escarnio: “ahí está metida la política”, “eso es pura política”. Nadie parecía recordar la elemental definición de que la política es el arte de gobernar. Toda esta mentalidad fue la que condujo a que por esos años el presidente no fuera otro sino un militar elegido por la voluntad popular y que alegaba como virtud la de no ser político. El General Carlos Ibañez del Campo.

 

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