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Hoy, 1 de octubre, es el día internacional de las personas en edad según lo estableció la Asamblea General de las Naciones Unidas hace ya más de 30 años, en 1990. Es el día de los que coloquialmente llamamos, los viejos, y que más elegantemente llamamos adultos mayores. Me encuentro entre ellos, hace ya 15 años.
El peso de los mayores de 60 años dentro del país se ha duplicado en tan solo 30 años, desde un 9% al 18% como consecuencia de la baja en la tasa de natalidad y el aumento de la esperanza de vida. Si bien estas cifras están referidas al país que habito, la tendencia es similar donde quiera que se esté, al menos en los países del primer, segundo y algunos del tercer mundo. Y al paso que vamos, para el 2050, si es que el mundo sigue existiendo, en Chile pasaríamos a ser un tercio de la población total.
A pesar de que se dice que la sociedad no nos trata bien, mi experiencia como viejo, a ha sido tremendamente positiva, al menos hasta ahora. Si he sentido alguna discriminación, no ha sido negativa, sino todo lo contrario.
El envejecimiento es un proceso natural que debemos acoger con los brazos abiertos. Si bien vivimos en una sociedad que glorifica la juventud, no debemos perder de vista que toda etapa en nuestras vidas tiene sus gracias.
Llegar a viejo siendo autovalente, autónomo, independiente, con ganas de seguir revolviendo el gallinero es un logro que no es por azar. Para ello deben concurrir lo que he llamado las cuatro saludes: la salud física, la salud mental, la salud social familiar y la salud financiera. Y bien sabemos que ellas dependen fuertemente de la vida que hayamos tenido antes de llegar a la vejez.
Por ello me tomo la libertad de abrazar a todos los viejos, a sentirse orgullosos de ser tales, de apreciar sus ventajas, como son las de mirar las cosas, el devenir, desde cierta altura; de habernos quitado de encima las responsabilidades y tensiones que nos han acompañado a lo largo de nuestra vida laboral; de observar y acompañar el desarrollo de nuestros hijos y nietos.
Por todo esto, como
dijera en un almuerzo con otros amigos, donde estaba uno de sus hijos con su
pareja, alzando las copas dije: “Arriba los viejos, el futuro es nuestro,
tenemos todo un futuro en nuestras manos. Hoy es el primer día del resto de
nuestras vidas”.
No pudimos sino reírnos a carcajadas de nosotros mismos.
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