Siguiendo con el libro titulado Revolución en Chile escrito por una periodista norteamericana Sillie Utternut, y estando ya en la segunda mitad de la década de los 50 del siglo pasado, en vísperas de unas reñidas elecciones presidenciales que tendrían lugar en 1958, en el exterior se temía el estallido de una revolución. Numerosos periodistas extranjeros vinieron a ser testigos de una singular experiencia. Entre ellos estaba Sillie, quien al caminar los las calles de Chile y detenerse ante los numerosos kioscos de diarios y revistas de antaño, leía los rojos titulares apocalípticos:
“Siniestro crimen. Solo han
encontrado la cabeza, descuartizaron a otra mujer en Apoquindo: ¡horroroso!”
“Crimen de horror de padre
desnaturalizado. Mató a su hijito de 2 años a puñaladas. Todo porque ensució
sus zapatitos nuevos”
“Confesó a asesino de La Vega:
lo maté porque me dijo cachetón”
La gringa pregunta a su
acompañante ¿suceden mucho estas cosas? La respuesta fue directa: “Todos los
días. ¡Si en este país ya no se puede vivir!”
Sillie sigue caminando y se
encuentra con un señor gordo de bigote cano, agricultor, que se lustraba los
zapatos frente al palacio de gobierno de La Moneda. Él explicaba a nuestra gringa
que con la ayuda de otros agricultores había “hecho este país”. Sillie no salía
de su perplejidad ante tamaño lenguaje. Este pionero agricultor dividía el país
en “nosotros” y “ellos”.
- “Nosotros” llamo a la gente
de nuestra misma categoría, y “ellos” son una especie de antinosotros-
explicaba el agricultor. La gringa estupefacta, insiste: ¿Cree posible dividir
el país en estas dos categorías?”.
- “¿Dividir al país? ¿Está
loca? El país es de nosotros. Ya le he dicho que lo hicimos nosotros. Ellos,
por sus vicios, especialmente el del alcohol, no tienen donde caerse muertos”.
Pensar que este diálogo tuvo
lugar hace más de 70 años revela que existen corrientes subterráneas que se
mantienen contra viento y marea. El “nosotros” y “ellos” parece ya formar parte
de nuestras tradiciones y hasta el presente todo apunta a que somos incapaces
de romper esta dicotomía destructora.
En unos días más tendrán la tercera parte de esta trilogía en torno a un libro que vale la pena leer. Como para decir que no hay nada nuevo bajo el sol.
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