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Ya estamos entrando a los tramos finales del proceso constituyente y las distintas piezas se están moviendo. Frente a la pregunta que más de alguien me ha hecho ¿qué vas a votar? ¿a favor o en contra? Mi respuesta hasta ahora ha sido invariable: Me pronunciaré una vez que salga a luz la propuesta que emerja del consejo constituyente y sepa su contenido. No antes.
La razón es muy simple. Si bien
soy un ser tanto racional como emocional, en estas materias procuro comportarme
con la mayor racionalidad posible, sustraerme de presiones e influencias
indebidas, así como de guiarme por lo que creo más conveniente para el país
antes que mi propio interés. Esto último puede sonar un tanto cursi, pero no lo
es. No necesariamente lo que me conviene a mí es lo que conviene al país.
Haciendo un símil con un
partido de fútbol, lo anterior no impide que podamos opinar respecto de las
características de juego y los comportamientos de los jugadores en la cancha.
Podríamos decir que hubo un
primer tiempo en el que los jugadores en cancha fueron los expertos designados
en partes iguales tanto por la cámara de diputados como por el senado. Para sorpresa
de no pocos, el partido se desarrolló con normalidad, sin mayores incidentes,
donde los jugadores tuvieron un comportamiento de guante blanco. A los camarines
se llegó con una suerte de empate expresado en una propuesta, o un borrador que
muchos calificaron como una suerte de constitución minimalista, en la que moros
y cristianos decidieron incluir todo aquello en lo que coincidían, dejando de
lado lo que podría producir cierto escozor. Primó el criterio de una
constitución que nos una, la casa de todos.
Con este resultado –la propuesta
constitucional minimalista- entraron a la cancha para este segundo tiempo, los
mismos equipos, pero con nuevos jugadores, todos electos por la ciudadanía. En
este segundo tiempo, el partido adquirió otro tenor, el juego cambió radicalmente,
se tornó más agresivo -se modificaron artículos, se introdujeron enmiendas,
etc.-. Había más jugadores de un equipo que del otro y la tentación por pasar
máquina no pasó desapercibida. No es para menos, por algo habían sido electos. El
partido se volvió unilateral. Los partidarios de uno de los equipos están
esperando ganar por goleada. Sus contrincantes temen la goleada.
Sin embargo, el partido aún no
ha terminado, quedan minutos de juego donde todo puede ser. Hay goles (artículos,
enmiendas) que pueden ser invalidados por el comité de árbitros que está tras
el VAR. La mayoría quiere que este partido termine bien porque no habrá otro
partido y la gente quiere que se zanje luego esto. Que termine bien supone que
una gran mayoría ha decidido dar vuelta la página de una vez por todas por un buen
tiempo con una nueva constitución.
Recuerdo partidos donde todo
se resolvió en el primer tiempo; otros donde en el segundo tiempo, uno de los
equipos entró como una tromba, dando vuelta el marcador. También recuerdo
otros, en los que todo se resolvió en tiempo suplementario. Y también están
esos otros partidos en los que los penales desequilibraron la balanza. Todo puede
ser. Suspenso.
Difícil, muy difícil, pero no
imposible. No pierdo la esperanza.
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