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Se sospecha que se
tendrá un presidente menos personalista, más empático, mas proclive al trabajo
colectivo, donde el foco mediático no esté centrado en su persona, sino que en
sus colaboradores, en las regiones. Delegar, delegar pareciera ser su slogan.
Habrá que ver si a la hora de la verdad resiste la tentación de llevar el
pandero, pero existe la sensación que se está adportas de un nuevo liderazgo, blando,
no explícito, lo que sería algo un tanto inédito en un país como Chile
caracterizado por su centralismo y presidencialismo.
Imposible
soslayar que lo expresado tropezará con una realidad dramática: luego de
décadas de éxtasis, de triunfalismo, de consumismo desenfrenado, ahora habrá que
pisar tierra, aterrizar, asumir que vienen tiempos complejos, donde se tendrán
que recorrer nuevos y desconocidos senderos. La pandemia y la realidad obligan
a repensarlo todo.
Desde la derecha,
con motivo de la explosión social gatillada el 2019, surgieron voces tales como
“no lo vimos venir”, a pesar que no pocos advertían de un malestar que se venía
incubando desde hace años. La revolución pingüina del 2006 fue un primer aviso,
la rebelión universitaria del 2011 fue un segundo aviso. O como en los días del
estallido del 2019, cuando Cecilia Morel, esposa de Piñera, con cierta angustia
atinó a afirmar que “parece que vamos a tener que ceder algunos privilegios”.
Todo esto vendrá
adobado, endulzado o amargado en paralelo con una convención constitucional
(CC) que ya está en marcha, no sin contratiempos, y un nuevo parlamento donde
el gobierno estará en minoría. Una CC, cuya responsabilidad es la de elaborar
una nueva constitución que deje atrás la del 80. Una CC inédita a nivel mundial
donde muchos de sus integrantes provienen de movimientos sociales y que por lo
mismo no está meramente constituida por expertos, sino que por personas de a
pie.
De esta CC aún se
desconoce qué es lo que saldrá. Desde la derecha recalcitrante se asegura que no
puede salir sino un mamarracho, un desastre de una convención donde las
clásicas élites tradicionales se encuentran en franca minoría. Desde la otra
acera se vaticina que emergerá algo esplendoroso, nuevo, sorprendente que
recoja las grandes aspiraciones nacionales. Aspiraciones que tienen que ver con
el término de los abusos, la producción de bienes públicos, una relación más
equilibrada entre el factor trabajo y el factor capital, entre el mundo público
y privado, y con la forma con que nos relacionamos con el medio ambiente.
En cualquier
país, en un contexto como el que está viviendo Chile, muy probablemente el
resultado de la CC va a depender fuertemente del clima y de la relación que se
logre con los poderes ejecutivo y legislativo que se instalen en marzo de este
año. De esa relación y del clima imperante dependerá si se sale hacia adelante
con una nueva constitución que sea la casa de todos y no de unos pocos.
Confío en las
virtudes difíciles de encontrar en otras latitudes. Virtudes centradas en
nuestra capacidad de resurrección, de caernos y levantarnos ante los
terremotos, los cataclismos a los cuales estamos habituados, donde de la noche
a la mañana todo se nos viene abajo para al otro día tener que volver a empezar
a reconstruirnos, a reinicializarnos, a resetearnos. A ello cabe agregar un
espíritu solidario a prueba de balas, en especial de quienes poco o nada tienen,
que se mantiene vivo contra viento y marea.
Cómo siempre Rodolfo,muy buenos tía artículos.saludos amigo
ResponderBorrarEspero que todo salga bien. Viva Chile🇨🇱
ResponderBorrarUn abrazo papito, un gusto leer sus columnas.
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