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El adelantamiento al segundo lugar en las encuestas por parte José Antonio Kast (JAK), representante de la extrema derecha o derecha dura, en desmedro de Sebastián Sichel (SS), candidato de la derecha a secas o centroderecha como les gusta llamarse, coloca a la derecha ante un significativo dilema a no pocos de sus adherentes: ¿por quién votar?
Quienes tienden a inclinarse por JAK afirman hacerlo por
distintos motivos. Unos, por convicción, por representar la verdadera derecha,
la legítima; otros, por estar cansados de votar por exDC; otros por ser quien
adhiere sin vergüenza alguna al régimen del innombrable; otros por la necesidad
de privilegiar la necesidad de imponer orden y seguridad, relegando los temas
de DDHH a un segundo plano. Todos estos motivos no son necesariamente
excluyentes, más bien, se concatenan entre sí junto al del nacionalismo rayano
en la xenofobia a propósito de los inmigrantes.
Quienes privilegian a SS aducen esencialmente razones
prácticas, pragmatismo puro y duro, sosteniendo que en una eventual segunda
vuelta, JAK tiene un umbral muy por debajo del 50%. Esto es, que en una segunda
vuelta, JAK perdería en cualquier escenario. La candidatura de SS desde la
derecha nace de la convicción de la necesidad de capturar el voto de centro. La
lógica subyacente es que sin el centro no se gana. Respalda este razonamiento
que desde 1990, cada vez que la derecha lleva a uno de los suyos, sin
maquillajes, no gana. Estuvo a punto de hacerlo Lavín frente a Lagos, allá por
el 2000, pero para hacerlo, tuvo que aggiornarse, morigerar su discurso
clásico. Ni así pudo capturar todo el voto de centro que necesitaba.
No es ningún misterio que es el voto de centro el que inclina
la balanza. El triunfo de SS en las primarias de la derecha tiene ese
trasfondo. Bajo la bandera del independentismo, pero con el fuerte respaldo
económico de poderosos grupos empresariales, logró imponerse dejando fuera de
carrera a los candidatos de los partidos de la coalición gobernante. Tal como hace ya más de medio siglo, en 1958,
lo hiciera Jorge Alessandri.
A lo expuesto se suma un presente que plantea un escenario inédito
para los partidos de la coalición gobernante. Si bien fueron capaces de realizar
una primaria para dirimir la candidatura presidencial, de donde emergió con
fuerza y sorpresivamente SS, dejando atrás a los candidatos de los partidos que
sustentan al gobierno, nunca se previó que a poco andar se desplomara en las
encuestas. Desplome inducido por representar la continuidad de un gobierno con un
bajo nivel de popularidad y errores propios no forzados. Esta realidad se
expresa en un alza de JAK, candidato que proviene de las entrañas de la UDI,
razón por la cual, conserva no pocos vasos comunicantes con dicho partido, así
como con los sectores más conservadores de RN. Esta relación se está expresando
en el respaldo de no pocos militantes y parlamentarios de los partidos de la
UDI y RN, quienes están inclinándose públicamente en favor de JAK en desmedro
de SS en abierto desafío a lo dispuesto por las dirigencias partidarias.
Se asume que los resultados de las primarias son vinculantes, y por tanto comprometen, al
menos éticamente, a los partidos participantes en ellas a reconocer y respaldar
a quien emerja como ganador en ellas. Sin embargo, bien sabemos que los
compromisos éticos son para cumplirlos, hoy parecen no ser más que banderas de
escaso valor.
Este dilema que tiene la derecha en Chile, se repite en otros confines. En EEUU con el partido republicano, donde tienen al Tea Party en su interior; o en España, donde el Partido Popular (PP), de derecha, disputa su electorado con VOX, de extrema derecha. Fenómenos similares podemos observar en distintos países donde la derecha busca desmarcarse de versiones extremas con mayor o menor éxito.
Al otro lado de la acera, por la izquierda, también están ante un dilema, pero eso ya sería materia de una próxima columna.
Esta muy díficil la cosa, en ambas coaliciones...
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