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Acaba de desarrollarse la segunda vuelta para la elección de gobernadores en 13 de las 16 regiones del país. Los resultados hay que mirarlos con pinzas, sin mayor entusiasmo, porque la abstención fue altísima, del orden del 80%, lo que debe invitar a la reflexión. Si bien, la pandemia explica gran parte de ella, no lo explica todo porque para la primera vuelta, junto con la elección de convencionales, alcaldes y concejales la abstención fue del orden del 60%. Pero esto es tema para otra columna.
En la primera vuelta fueron electos 3 gobernadores, de las
regiones de Valparaíso, Aysén y Magallanes. Uno del Frente Amplio (FA) y dos de
la Unidad Constituyente (UC). En esta segunda vuelta, fueron electos 8 de la
UC, 2 del FA, 2 Independientes ligados a la oposición, y uno de ChileVamos. En concreto, solo una región está en manos de ChileVamos,
La Araucanía; el resto del país estará bajo gobernadores opositores.
Para la derecha, representada por ChileVamos, se trata de un
retroceso de proporciones, una catástrofe en las postrimerías de su gobierno, y
con las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias encima. Para la
izquierda, representada por el FA, estos resultados no pueden ser más
satisfactorios, y la votación alcanzada por Karina Oliva, no hace sino
confirmar su consolidación. Para la centroizquierda, simbolizada en la UC, los
resultados son de dulce y grasa. Si bien logró hacerse de la gobernación en 10
de las 16 regiones, el escenario que tiene por delante es altamente complejo y
por lo mismo haría bien en no sacar cuentas alegres. La UC ha perdido, o está
perdiendo, la confianza del mundo popular y no será fácil recuperarla.
En términos objetivos, es indesmentible un viraje en las
preferencias ciudadanas desde la centroizquierda hacia la izquierda. Esta
última está canalizando y expresando un descontento sin medias tintas hacia el
modelo neoliberal. Modelo implementado bajo la dictadura y consolidado en los
últimos 30 años con la aquiescencia de
una centroizquierda a la que se le reprocha haber adherido a una política en la
medida de lo posible. Prueba irrefutable de lo expresado es el ajustado triunfo
alcanzado por Claudio Orrego (UC) sobre Karina Oliva (FA) en la gobernación por
la región metropolitana. Karina arrasó en las comunas más pobres, de menores ingresos, y obtuvo resultados nada despreciables en comunas de ingresos medios. El triunfo de Claudio fue alcanzado gracias al abrumador apoyo de la
derecha en las comunas del “otro Chile” –Vitacura, Las Condes, Providencia-. De
otro modo, el triunfo habría sido de Karina, con lo que se habría dado un
batacazo.
La derecha está moribunda, pero no muerta. Se mantiene incólume en las tres comunas de mayores ingresos per cápita. Le ha penado la
pandemia y las erráticas decisiones adoptadas para enfrentarla, pero sobretodo le está pasando la cuenta el
descontento generado por una sensación de progreso basado en un endeudamiento
fácil y en trabajos precarios y mal pagados. Características que
indefectiblemente son asociadas a un modelo de sociedad neoliberal impuesto en
su tiempo por la derecha, en su propio beneficio, de la mano de la dictadura, y consolidado después durante
la transición democrática por la vía de limar sus aristas más ásperas. Por lo
mismo, a la centroizquierda (Concertación primero, y Nueva Mayoría después) que
ha gobernado este país en estas décadas, también se le está pasando la cuenta.
El próximo mes vienen las primarias presidenciales por la
izquierda y la derecha. Tal como están las cosas, todo indica que la atención y
la emoción, estará centrada en quien será el candidato presidencial por la
izquierda. La centroizquierda estará tomando palco, no sin preocupación.
Lo que viene es difícil de predecir, y por lo mismo, desafiante
porque dependerá de las lecciones que sean capaces de extraer, tanto la
derecha, como la izquierda y la centroizquierda, de los resultados de las
elecciones para todo lo que viene: convención constituyente, elecciones
presidenciales y parlamentarias.
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