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En el día de hoy, bajo un ambiente polarizado tiene lugar la segunda vuelta presidencial peruana. Dada la dispersión de las distintas fuerzas políticas, las dos primeras mayorías no alcanzaron a tener siquiera el 40% del total de votos. Pero el drama de Perú reside en que para esta segunda vuelta llegan dos candidatos que representan los dos extremos del arco político en que se mueve la política peruana.
Es interesante interrogarse porqué se llegó a esto. Para ello
tenemos algunas pistas. Desde hace tiempo que la política peruana se encuentra
corrompida a punto tal que sus últimos presidentes han debido ser sustituidos: un expresidente se suicidó al verse acorralado judicialmente, otro expresidente
se encuentra con orden de detención fugado, y para rematarla, el padre de
Keiko, quien pasó a la segunda vuelta, también expresidente, se encuentra en
prisión.
La contienda tiene lugar en Perú, un país con inmensos
recursos naturales y una rica historia. Como afirma el contendiente de Keiko en
esta segunda vuelta, un país rico con gente pobre. El Perú rural, de la sierra,
que mayoritariamente respalda a Castillo, y un Perú de la capital, urbano, que
tiene marcada preferencia por Keiko. Un país donde la sombra de Fujimori sigue
presente contra viento y marea. Un país que ha sido destruido por unos y otros,
cuyos progresos se han concentrado en minorías, excluyendo a las mayorías. Un
país donde la informalidad campea sin mostrar signos de amainar, sino que todo
lo contrario.
Los contendientes se han dado con todo, donde Keiko busca
consolidar el modelo neoliberal para sacar al país adelante, y Castillo busca
reemplazarlo por uno bajo un modelo donde el Estado asume el protagonismo. Tras
Keiko están los gurúes del neoliberalismo que buscan reducir el rol del Estado
al de guardián del orden público y de protección del derecho de propiedad, en tanto
que tras Castillo están los marxistas que postulan un Estado protagónico en la propiedad
y provisión de bienes públicos como la educación y la salud. No hay medias
tintas entre ambos. No hay comunicación posible, todo se ve en blanco y negro,
no hay grises. Ese es el drama de Perú, aparte de la pobreza de su gente y la pandemia que la tiene en la cúspide mundial de muertos por covid19 per cápita.
Ninguna de las dos recetas me convence para nada. Cualquiera que sea el resultado final, no avizoro un futuro que permita sacar adelante los grandes desafíos que tiene pendiente Perú. Cuando no hay espacio para la moderación, para el sentido común, para la conversación, me resulta imposible pensar que hay futuro. Espero equivocarme.
La vieja historia del desarrollo con neoliberalismo que trae aparejado niveles de desigualdad exhorbitantes. El papel del Estado para garantizar educación y salud no es una idea marxista. Sí lo sería la nacionalización de la banca y todos los medios de producción. Creo que se ha amplificado el izquierdismo de Castillo y habrá de verse como gobierna con un país segmentado en dos. Aunque no lo quieran tendrán que llegar a acuerdos so pena de estancarse.
ResponderBorrarTienes razón la base del marxismo reside en la nacionalización de la banca y todos los medios de producción. Claro que de allí, inevitablemente se llega a que tanto la educación como la salud sean provistos por el Estado.
BorrarConcuerdo también que se ha amplificado el izquierdismo de Castillo, e incluso pondría en duda qué tan izquierdista es. Para cualquiera de los dos el escenario es brutal. Perú, al igual que tantos otros países, entre ellos Chile, está partido en dos que se dan la espalda, y con un congreso fragmentado a más no poder. No veo cómo puedan llegar a acuerdos, quien quiera que gane.