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El partido de Chile con Paraguay por la copa América fue un desastre, no solo por el resultado, sino que por el juego desplegado. Así difícilmente llegaremos lejos. Pero claro, no pocos dirán que cualquiera tiene un mal día, así como otros afirmarán que no se le puede pedir peras al olmo.
Confieso que extraño a Bielsa, quien le cambió el pelo al
futbol chileno. Lo extraño porque siento que estamos volviendo al futbol
arratonado, a ese juego de pases laterales, hacia atrás, a esas triangulaciones
estériles. Brasil también lo hace, se da el lujo de hacerlo, de dejar correr el
tiempo, de esperar el momento propicio, el destello, el contragolpe, el tándem,
la oportunidad, el espacio, el fallo. Pero a nosotros no nos resulta. Para eso
hay que tener jugadores desequilibrantes, y nosotros no los tenemos. Y los que
tenemos, o están lesionados, o no están en su mejor forma, o ya no están. La generación
dorada se nos está yendo y en lo inmediato no se ve mayor relevo.
Extraño ese futbol que inculcó Bielsa, y prosiguió Sampaoli. Nada
de pases hacia atrás o hacia el lado, sino que siempre frontal, hacia adelante,
al ataque contra viento y marea. Con independencia de si vamos ganando o
perdiendo, del adversario que tengamos al frente, de si se está de local o
visita. Sin medias tintas, con un estilo, una confianza, una seguridad
contagiosa que nos dio tantas alegrías. Partidos que se podían ganar o perder, pero
eso ya no importaba.
Ese es el futbol que añoro, que siento que se está perdiendo.
De eso solo están quedando destellos de los cuales pasamos a depender, de si
estamos en un buen o mal día.
En todo caso no nos sumerjamos en el derrotismo, el
pesimismo. El futbol es así. El día que deje de ser una caja de sorpresas, en
que se sepa de antemano cómo terminará un partido, cómo jugaremos, ese día
dejará de ser futbol propiamente tal. Esa es su gracia, la incertidumbre, el
factor sorpresa. La posibilidad de que caiga el favorito, de que el outsider dé
el batacazo, de que la historia no está escrita.
En tal sentido se asemeja mucho a la política. Nada es
eterno, un movimiento político puede tener sus minutos de gloria con triunfos
contundentes en elecciones sucesivas para luego entrar en un túnel de
decadencia del que no se sabe cuan largo es ni si al final de él hay luz. Auge y
decadencia vienen de la mano, el uno no existe sin el otro. Tanto en el futbol
como en la política nadie puede cantar victoria de antemano. Y las victorias
son efímeras, no son eternas. Por eso es tan importante pisar tierra firme. Está
bien volar, soñar, pasarse películas, pero con los pies en la tierra. No desesperar,
no caer en la bipolaridad que va entre la euforia y la depresión.
Tanto en futbol como en política, siempre está la posibilidad
de recuperarse en la medida que tras cada acontecimiento –partido en caso del
futbol y elección en el caso de la política-, reflexionemos y desprendamos las lecciones
correspondientes.
Que se jugó mal ante Paraguay, y de que todo se nos pone cuesta arriba, sin duda. Pero en el futbol, así como en la política, dentro de ciertos límites, todo puede ser.
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