julio 18, 2020

El show de Pamela


A raíz de la aprobación para que los afiliados a las AFP puedan retirar un 10% de sus fondos, al término de la votación tuvo lugar un singular espectáculo cirquense por parte de una de las diputadas del conglomerado opositor, Pamela Jiles. Durante la sesión otro diputado, Florcita Motuda, tuvo la delicadeza de sostener un cartón con una leyenda que no lo honra, sino que todo lo contrario, lo desacredita. Ambos, del mismo partido, el partido humanista (PH), un partido cuya razón de ser, cuyo pensamiento, no se merece estar en el tapete noticioso por estos hechos.

Cuesta entender la lógica con que han actuado ambos diputados. Cuando se gana en buena lid, se hace con respeto al adversario. En una democracia, en el parlamento no existen enemigos, existen adversarios que piensan y se comportan de distinta manera, que pueden encontrarse en las antípodas ideológicas, pero ello no los exime de un comportamiento a la altura de las responsabilidades que han asumido. Hubo ganadores y perdedores, lo que no habilita para que unos se burlen de otros.

En futbol, tras un partido de meta y ponga, por más áspero que haya sido, los jugadores dan vuelta la hoja. Quienes perdieron felicitan a sus adversarios, y quienes ganaron se consuelan a los perdedores. Los gestos dicen mucho, retratan de cuerpo entero.

En tiempos en los que se requiere más que nunca tender puentes, actitudes públicas como las observadas, socavan posibilidades de encuentro que el país demanda con urgencia. No solo eso, distraen respecto de lo importante, son actitudes provocativas que buscan humillar, degradar al adversario, lo que es incompatible con una democracia en forma.

Se podrá afirmar que no es para tanto. Sí lo es, porque en vez de preocuparnos del fondo, del significado del resultado de la votación, de sus consecuencias, contribuye a poner el acento en la forma, en lo accesorio, que por el momento y lugar en que se dio, deja de serlo, y pasa a ser parte del fondo de la discusión.

Si lo que se pretendió fue denigrar al adversario, no se logró. Si lo que se quería era humillarlo, tampoco. Solo se logró enfurecerlo, aleonarlo, profundizar fosas allí donde se requieren puentes, entendimientos.

Es hora de ponernos serios antes que sea demasiado tarde. El país no se merece lo que está ocurriendo. Aunque no se crea, son muchos más los puntos de encuentro que los de desencuentro. Para ello solo basta que salgamos de las trincheras, que pongamos todas nuestras fichas en lo que nos une, que es mucho más de lo que creemos.

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