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Foto de Bohdan Komarivskyi en Unsplash |
A pesar de que había asegurado que no indultaría a su hijo, Hunter Biden, al final de su mandato, el presidente de EEUU, Joe Biden, decidió indultarlo. Un indulto que no podrá ser revertido por su sucesor, Donald Trump. Con esto Joe Biden logra que su hijo salga libre de polvo y paja del delito de violación de las leyes que impiden que un drogadicto posea armas de fuego.
Cabe recordar que este hijo
pródigo de Biden había sido condenado por comprar y poseer ilegalmente un arma,
por defraudar al fisco y adicción a las drogas y al alcohol para llevar una
vida de padre y señor mío.
Esto significa que el
hijo del presidente era drogadicto y que estaba en posesión de armas de fuego; y
que no irá a prisión. Al indultarlo total e incondicionalmente, el presidente deja
todo esto lo suficientemente amarrado como para que ni Trump pueda
desamarrarlo. Al más puro estilo del innombrable. Este es el mundo en que
vivimos, y muy particularmente los estadounidenses, aunque no solo ellos. El
padre protegiendo a su hijo en uso de sus facultades presidenciales. La razón
esgrimida a última hora es que su hijo estaba siendo perseguido políticamente. Todo
un clásico en coyunturas como ésta. Como dijera alguien “¿Cómo podría no hacerlo?”. La respuesta podría ser de
este tenor: “Sería de tonto no
hacerlo, mal que mal es el hijo. Quien no haría eso si se tratara de su propio
hijo”. Y así vamos arando.
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