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A propósito de la constitución que nos rige, retocada bajo el gobierno de Lagos, un amigo que vive en Europa me escribió diciendo que “probablemente Lagos no se sentía con el respaldo suficiente para borrarla de un plumazo”. Efectivamente, en sentido estricto, la constitución actual no es la del innombrable, sino que reformada, o retocada por Lagos. Así y todo, se la sigue conociendo como la del innombrable por más que ahora lleve la firma de Lagos. Lo interesante, es que mi amigo piensa que Lagos quizás no fue más allá por no sentir el respaldo suficiente para elaborar una nueva constitución sin tomar en cuenta la vigente.
Efectivamente, se limitó
a hacer aquello que sí se podía hacer. Como diría Bill Clinton, “es la política
estúpido” (Clinton a propósito de no recuerdo qué, dijo “es la economía,
estúpido”). En este caso es la política concebida como el arte de lo posible. Y
bueno, todo lo que ha ocurrido en estos años por dotarnos de una nueva
constitución, para borrarla de un plumazo, han sido infructuosas porque no
existe el respaldo suficiente para ello.
Así como en ese tiempo, en la primera década del presente siglo, Lagos no tenía respaldo suficiente para cambios mayores, ahora, dos décadas después, sigue sin haber respaldo suficiente para tales cambios. Seguimos entrampados, perdiendo el tiempo en intentos fallidos. Lagos se limitó a hacer lo que se podía hacer, lo que no hay que menospreciar.
Lo concreto es que no sacamos nada con seguir imputando a la actual constitución los males que padecemos, que por lo demás puede que sean males que van más allá de la constitución, que tengan que ver más con una manera de ser, la de andar tropezando más de una vez con la misma piedra.
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