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Muchos han querido ver en los resultados del último plebiscito una suerte de crítica a un mundo político que no atina, incapaz de resolver los problemas reales que afectan a las personas. No descarto que así sea, pero creo que los resultados dicen algo más, que revelan un desconcierto generalizado. Como que anduviéramos dando palos de ciego. Intentaré explicarme.
El tema constitucional partió desde el minuto cero,
cuando se promulgó la constitución del 80 en base a un plebiscito fraudulento,
sin registros electorales, en el contexto de una oposición diezmada, relegada a
las catacumbas, en una contienda electoral absolutamente desigual de todo
orden, rematado con un voto en que las opciones estaban representadas por una
bandera chilena y una bandera negra. como que no había por donde perderse.
Desde entonces se ha bregado por modificarla con
éxitos parciales a la medida de la derecha, la que se había asegurado su
derecho a veto vía senadores vitalicios, designados, sistema electoral
binominal, y quórums calificados. todo estaba amarrado y bien amarrado. Los
desamarres comenzaron a darse a conveniencia de la derecha. Los senadores
vitalicios se levantaron cuando la derecha vio que ya no le convenía, y lo
mismo con los senadores designados. Y así, a paso de tortuga se logró ir
avanzando, pero manteniendo siempre las bases, la esencia del modelo neoliberal
instalado a sangres y fuego. El mismo que hoy Milei pretende instalar en
Argentina, así como Fujimori en Perú.
Si bien la constitución actual, luego de sucesivas
modificaciones, si bien ha cambiado sus bases políticas originales, mantiene
sus bases económicas primigenias. Bases que se han intentado modificarse sin
éxito hasta ahora.
La explosión social del año 2019 motivó un acuerdo que
derivó en la necesidad de un cambio constitucional que posteriormente fue
refrendado en un plebiscito donde por amplia mayoría el país quiso que nos
abocáramos a elaborar una nueva constitución.
Se eligió una convención donde los representantes de los
partidos políticos fueron barridos, eligiéndose mayoritariamente convencionales
provenientes de movimientos sociales. Resultado expresivo de la desconfianza existente
en la clase política. El fruto de esta convención fue una propuesta
convencional ampliamente rechazada por la ciudadanía, al parecer, por estar
pasada para la punta izquierda.
Posteriormente se emprende un segundo proceso
constituyente donde la ciudadanía tiene la oportunidad de elegir nuevamente a
los consejeros responsables de redactarla. Además, se adoptaron resguardos para
que no se salieran de madre. A la hora de elegir a los consejeros constitucionales,
sorpresivamente la extrema derecha alcanzó una holgada mayoría, que junto con
la derecha, les permitiría elaborar una constitución a su pinta, dejando de
lado la propuesta constitucional que un consejo de expertos había logrado armar
con acuerdo de todos los sectores, de un extremo a otro. La derecha no resistió
la tentación, la oportunidad, gracias a su mayoría, de hacer la constitución
que querían, una que en el fondo consolidara, apretara las clavijas sueltas de
la constitución actual. Se fueron para el otro extremo respecto de la
convención anterior. Sometido al plebiscito la ciudadanía volvió a rechazarla.
¿Qué significa todo esto? Los resultados señalan que
la ciudadanía no quiere la constitución actual, tampoco la que salió del primer
proceso constituyente, no la que salió de este segundo proceso. Uno se puede
preguntar ¿por qué? Sospecho que porque las dos constituciones elaboradas son
extremas, dividen en vez de unir.
La paradoja reside en que a la hora de elegir a quienes debían elaborar la constitución, en ambos procesos, elegimos a convencionales y consejeros que preconizaron posturas extremas aprovechando las mayorías alcanzadas. No se aguantaron de pasar máquina. La contradicción que visualizo reside en que queremos una constitución que una, una constitución para todos, pero elegimos convencionales o consejeros que solo quieren llevar agua a su molino.
Queremos una constitución moderada, pero para elaborarla elegimos
consejeros que se atrincheran. Así es imposible. Es como intentar cuadrar el
círculo. Como para pensar que el problema no es solo de la clase política, sino de nosotros mismos.
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