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Acaba de partir un nuevo año e inevitablemente se renuevan las esperanzas,
los buenos deseos. Es consustancial a nuestra naturaleza y es positivo que así
sea. Más positivo sería que se concretaran, lo que lamentablemente ya es otro
cantar.
A propósito de esperanzas, recuerdo que por los años 90, en una reunión
partidaria en la Hostería Arica, siendo presidente del PPD-Arica y con la
asistencia del presidente nacional del PPD, Sergio Bitar, en mi alocución hice alusión
a la necesidad de recuperar la esperanza en favor de un mejor destino para
Arica.
Inmediatamente después tomó la palabra Sergio para rebatirme por hacer
referencia a una expresión “esperanza” que denota una actitud pasiva, de
espera, en circunstancias que debíamos tomar el destino en nuestras manos. Nada
de “esperar”, es imperativo actuar, elevar propuestas, proponerlas, debatirlas,
contrastarlas, pelear por ellas. Todo esto supone algo muy distinto a esperar.
Se vivían los primeros años de transición a la democracia y Arica se
encontraba vapuleada por una dictadura que nunca ocultó su preferencia por
Iquique. La primera experiencia regionalizadora del país, la Junta de Adelanto
de Arica (JAA) había sido borrada del mapa. Y cuando en 1974 se divide el país
en regiones, la primera región incluyó los provincias de Arica e Iquique,
además de las del altiplano, decretándose como capital a Iquique en desmedro de
Arica que la doblaba en tamaño poblacional. Y como broche de oro, en 1976, el
innombrable crea la zona franca de Iquique (ZOFRI), dejando en el abandono a
Arica. Cuesta entender esta indisimulada preferencia por Iquique. Algunos afirman
que razones geopolíticas están tras estas decisiones inconsultas.
Me he permitido recordar esto, a 30 años de entonces, como una suerte de
invitación a asumir con nuestras manos el futuro, para dejar de depender de los
planteos de terceros, dejar de esperar. Esto supone participar, integrarse,
activarse, organizarse. Quizás éste sea uno de mis mayores deseos. Reactivar nuestra
pertenencia a una sociedad donde el individualismo pareciera primar con
menoscabo de lo colectivo.
Los sindicatos ralean, las asociaciones no viven sus mejores días. Es
imperativo recuperar nuestra capacidad de integración, de reverdecer juntas de
vecinos, a los sindicatos, a los centros de madres, de adultos mayores, centros
de alumnos, reuniones de apoderados. Dejar de esperar que sobre nosotros caigan
dádivas que no van al fondo de nuestros problemas.
Por ello, mi mayor deseo para este año es que nos empoderemos, que nos
paremos en las hilachas, que asumamos nuestras responsabilidades, que seamos
más exigentes con las castas políticas, económicas y de cualquier otro orden.
De lo contrario me temo que seguiremos esperando, que seguiremos
chuteando la pelota para más adelante, que de tiempo en tiempo nuevos
estallidos nos remecerán.
Salud!
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