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A propósito de los clivajes dominantes desde mediados del siglo pasado, derecha versus izquierda se ha llegado a sostener que la derecha está conformada por quienes “defenderán con tesón y denuedo la libertad, la propiedad y el emprendimiento” (https://diariotalca.cl/el-plebiscito-y-los-clivajes-por-juan-carlos-perez-de-la-maza/).
Afirmar
que la derecha ha sido defensora de la libertad está desmentido por los hechos.
Cuando éstos lo ameritan, según su soberano juicio, no trepidan en sacrificarla
por un presunto bien mayor. Basta recordar lo ocurrido en Chile, donde no dudó
en conculcarla al ver amagados sus intereses. La derecha política chilena fue
el soporte civil de la dictadura militar y la que hizo la vista gorda a una
política sistemática de exterminio opositor con el propósito de “extirpar el
cáncer marxista” para convertir a Chile en “una gran nación”.
La
derecha que pretende asociarse a la defensa de las libertades, en los hechos ha
demostrado todo lo contrario. Y curiosamente la columna en comento no dice nada
de la defensa que la derecha suele hacer del orden establecido, de “su” orden,
como tampoco hace referencia al llamado que la derecha tiende a hacer a las
FFAA para que repongan “su” orden cuando siente que sus intereses están siendo
afectados.
Se
llega a afirmar que desde fines de la década de los 80 este clivaje derecha-izquierda,
estaría siendo sustituido por “quienes preferían el orden autoritario y
aquellos que buscaban la libertad democrática”. Esta vez la expresión me hace
recordar los tiempos de los eufemismos, cuando en vez de golpe, se hablaba de
pronunciamiento, y en vez de dictadura, se hacía mención al gobierno autoritario.
El clivaje de entonces, digámoslo con todas sus letras, fue dictadura o
democracia, pero para los partidarios de la continuidad del innombrable el
clivaje era otro: orden o caos, donde la derecha representaría el orden y la
izquierda el caos. Así se planteó el plebiscito de entonces.
Los
clivajes no son puros, son simplificaciones que no pocas veces apuntan a emborrachar
la perdiz, a no pensar mayormente. En la realidad hay algo más que derecha e
izquierda, hay algo más que orden y desorden. No todo es blanco o negro, hay
grises de todas las tonalidades y en política esto se expresa en que hay derechas
e izquierdas, unos más de centro otros más extremos. Y al interior de ellos
nada de raro que nos encontremos con más de un alma.
A
esto sumemos que los clivajes se han ido tornando volátiles ya que no se dan las
fidelidades partidarias de antaño. Lo demuestran las fluctuaciones en las votaciones.
Además están apareciendo nuevos
clivajes, como el de nacionalismo (o localismo) versus internacionalismo (o
globalismo), o el de individualismo versus comunitarismo (o colectivismo). Y estos
se entremezclan entre sí. Por ejemplo tanto en la derecha como en la izquierda
podremos encontrar nacionalistas e internacionalistas.
La
prueba de que hay más de una derecha, al igual que más de una izquierda, se dio
en el propio plebiscito de octubre del 88, donde hubo derechistas que
adhirieron a la opción del No, puesto que se percataron que la continuidad del
innombrable era inviable, y que en vez de representar el orden que pregonaba, traería
consigo el caos. Y por la izquierda no faltaron quienes no se sumaron al No
marginándose de la contienda.
A
propósito de la propuesta constitucional, cuyo borrador acaba de ver la luz, ahora
se habla de nuevos clivajes, muchos de ellos engañosos como aquel que supone un
único país versus un país fraccionado, un Estado todopoderoso versus un Mercado
libre. Es harto más complejo que eso. La gran tarea, el gran desafío que
tenemos es resistir y sustraernos a los clichés, a las caricaturas, a las
campañas terroríficas, a los fake news que por estos días corren como regueros
de pólvora. Deberemos darnos el tiempo de comparar las principales diferencias
entre la constitución del 80 y la que se nos está ofreciendo.
Inevitablemente
tendremos que darnos el trabajo de cotejar el país que queremos con el que
tenemos y con el que nos propondrá la nueva constitución. Y de saber a quienes
creer.
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