mayo 28, 2022

Enardeciendo el ambiente

El reciente asesinato de un trabajador mapuche de 66 años ilustra el drama que se está viviendo en la macrozona sur donde bandas criminales organizadas están operando desde hace su buen tiempo. Los sucesivos gobiernos han sido incapaces de imponer la paz, ni el orden ni la seguridad que toda comunidad requiere para vivir y trabajar con tranquilidad.

Cuando pregunto quiénes son, unos acusan a comandos terroristas, otros a grupos  mapuches radicalizados, o a bandas de narcotraficantes y delincuentes. Lo más probable que todo termine siendo un cocktail que combine todos estos ingredientes sin descartar la existencia de bandas rivales buscando clavar estacas en la disputa de territorios. Todos debidamente financiados y dotados de armamento de grueso calibre. ¿Quién los financia? ¿Quién les provee de armas? Sepa Moya!

Esto ocurre a poco de conocerse expresiones de personeros de ámbitos opuestos que han conducido a las más diversas reacciones. En un extremo están las declaraciones de Héctor Llaitul, y en el otro, está el discurso pronunciado por el almirante en retiro Miguel Ángel Vergara.

Con motivo de la intención del gobierno de crear un estado de excepción intermedio destinado a permitir que las FFAA controlen las rutas en la macrozona sur para resguardar el normal flujo vehicular, Llaitul, fundador de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), llamó “a preparar las fuerzas, a organizar la resistencia armada por la autonomía del territorio y autonomía para la nación mapuche”.

De esta forma, rechazó de plano la iniciativa tal como anteriormente había dado la espalda a la voluntad de diálogo del nuevo gobierno al asumir sus funciones. Mano tendida con el propósito de detener la violencia reinante y abordar la problemática mapuche en todas sus dimensiones. Llaitul complementó lo anterior afirmando que el nuevo gobierno “es la expresión en pleno de la dictadura militar que los mapuche hemos sufrido, dictadura que ahora asume el gobierno lacayo de Boric”.

A raíz de lo declarado por Llaitul, el presidente Boric expresó que “nuestro gobierno persigue delitos y los va a perseguir con todo el peso de la ley, nuestro gobierno no persigue ideas ni declaraciones”.

Pocos días después, con motivo de la conmemoración de las glorias navales, quien fuera comandante en jefe de la Armada en tiempos del presidente Lagos, Miguel Ángel Vergara, se dio el lujo de pronunciar un discurso en el que hizo referencia a una “amenaza interna”. Y en base a esta amenaza hace un llamado a ¨los marinos de corazón bien puesto” para "estar preparados para saltar al abordaje, dejando atrás nuestro espacio de confort, al igual como lo hicieron otros que nos precedieron".  Este discurso fue pronunciado en una comida organizada por la Liga Marítima, donde se encontraba el Alto Mando de la Marina, al igual que conspicuos empresarios ligados al quehacer marítimo.

Si bien posteriormente el Alto Mando sostuvo que “no comparte los dichos de la existencia de un enemigo interno”, pocos lo creen dado que en su momento no hubo reacción alguna, la que vino tan solo para bajar los decibeles por el revuelo que se montó.

Tanto las expresiones de Llaitul como las del almirante en retiro Vergara me recuerdan los tiempos que precedieron al golpe del 73 inundados de pronunciamientos de esta naturaleza. Tanto entonces como ahora no pocos dicen que no hay agua en la piscina para guerrillas ni golpes.

Es importante consignar que las ideas que apuntan a instigar y/o promover la violencia y la resistencia armada son constitutivas de delito. Tanto las declaraciones de Llaitul como de Vergara le hacen un flaco favor a sus propias organizaciones así como a las causas que promueven.

Es imperativo bajar la tensión, ponerle coto a la escalada de declaraciones altisonantes que buscan aleonar y enardecer el ambiente. De allí la necesidad de  perseguir y rechazar explícitamente toda incitación a la violencia venga de donde venga.

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