Como si de una telenovela se tratara, a medio año de haber obtenido la copa América, la crisis dirigencial del futbol chileno terminó con la salida de Sampaoli, el entrenador más exitoso de la historia. Todo esto mientras una nube proveniente de un vertedero cubría gran parte de la capital del reino. Simultáneamente, los poderes en la sombra desplegaban toda clase de acciones conducentes a evitar la anulación de la ley de pesca, así como reducir la reforma laboral a su más mínima expresión. Como broche de oro, como si el almanaque no estuviese de por sí entretenido, la nuera que obedece al nombre de Natalia sigue dando jugo.
¿Qué tienen en común todos estos hechos? Sus protagonistas conforman la casta que nos gobierna, que orientan nuestras conductas, definen lo que es bueno para el país, sin arrugarse siquiera. Son quienes diariamente cantan loas al libremercadismo, a la competencia, al crecimiento, al desarrollo. Son quienes piensan que sin ellos estaríamos en la época de las cavernas.
Afortunadamente, a pesar de ellos, el país sigue andando, no se encuentra paralizado, lo que demuestra el desfase existente entre esta casta, estas élites y el resto del país que sigue trabajando y pateando piedras como siempre.
Se ha querido presentar la salida de Sampaoli como si fuese una decisión de él, que abandona a una selección que ha sido la primera en coronarse campeón de América en la historia del futbol chileno. Los mismos hinchas que lo endiosaban ahora lo denostan sin misericordia.
Ojo, que no es el primero que se nos va! Ya se nos fue el loco Bielsa, quien estaba haciendo un trabajo de relojería a nivel nacional. Al igual que ahora, un cambio dirigencial motivó su salida. En su momento el loco lo dijo con todas sus letras: con estos dirigentes no trabajo, y se fue. Dirigentes que sacaron a Mayne Nichels y pusieron a Segovia, para después poner a Jadue; dirigentes que “pareciera” que no sabían a quienes ponían. Por favor! Todo quedó al desnudo, no acá en Chile, sino que afuera. Los billetes corrían por debajo de la mesa a tajo y destajo. Finalmente la olla se destapó.
Y ahora estamos con una selección chilena que está quinta en el ranking de la FIFA, próximo a dos encuentras por las eliminatorias, y una ANFP buscando entrenador con poca plata. La que había se esfumó.
Si uno mira los nombres de los dirigentes no puede menos que pensar que acá estamos ante una suerte de juego de sillas musicales donde, desde hace décadas, siempre aparecen los mismos. Y cuando no son ellos, como si salieran de la manga, surgen nombres del mundo político a quienes uno nunca había visto en el mundo del futbol. En la Universidad Católica, ahí estuvo Jaime Estévez y ahora Luis Larraín; en la Universidad de Chile, Yuraczec y Valdés; en Colo Colo, Gabriel Ruiz Tagle, conspicuo integrante del gobierno de Piñera, y fuertemente comprometido en la colusión del confort. Los viejos tercios dirigenciales se replegaron a clubes de menor cuantía, como es el caso de Ricardo Abumohor y Miguel Nasur, dos históricos en estas lides. Y si no son ellos son personajes que manejan sus buenas fortunas, como es el caso de los actuales presidentes de la Universidad de Chile y de Colo Colo.
Abruma tanto desinterés, tanto sacrificio por parte de una casta convencida que sin ellos nos venimos abajo. La misma casta dueña del vertedero responsable de la nube que ellos mismos osan de calificar como no tóxica y que han incumplido una y otra vez las laxas normas ambientales imperantes; la misma casta que logró para sí una ley de pesca en tiempos de Longueira mediante artes non sanctas. Ahí están los inocentes pagos de las pesqueras a algunos honorables que creíamos que nos representaban en el parlamento.
Y después nos queremos comprar el cuento que Sampaoli se fue porque no quería pagar su salida. Lo que hay que preguntarse es ¿porqué de la noche a la mañana Sampaoli no quiso seguir trabajando con nosotros a pesar de lo bien que le iba?
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