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Luego de meses de incertidumbre y emplazamientos desde la oposición, e incluso desde el interior de la Concertación, Michelle emprendió su peregrinación a Cuba acompañada de un séquito de colaboradores, parlamentarios y empresarios.
Parte de la expectativa nace porque la última visita de un presidente chileno, Allende, fue hace ya 37 años, y ser esta la primera de una presidenta desde el inicio de los gobiernos de la Concertación.
Pero más allá de los hitos que representan las fechas, la visita pone sobre la mesa, temas, conceptos ideológicos, que erizan la piel, que fuerzan a tomar partido, que destapan contradicciones y dobles estándares. Allí reside el quid de la importancia que reviste toda visita, toda acción en que esté involucrada Cuba, la Cuba de Fidel.
No es posible desconocer que la llegada de Fidel al poder en el año 59, esto es, hace ya 50 años, estuvo cargada de contornos épicos que cautivaron al mundo entero.
Una pléyade de jóvenes revolucionarios, desde la sierra, por la vía revolucionaria, lograron lo que parecía imposible: el derrocamiento de una de los tantos dictadores armados que entonces asolaban a los países de América Central: Fulgencio Batista, lacayo del imperialismo norteamericano que había convertido a Cuba en un burdel.
La reacción norteamericana no se hizo esperar: Fidel debía respetar las propiedades y los intereses norteamericanos en la isla y seguir las pautas que ella dictara.
Eran los tiempos de la guerra fría y para EEUU era impensable una eventual insubordinación. No obstante ello, Fidel resuelve hacerle frente con el apoyo de la entonces Unión Soviética. Viene el bloqueo norteamericano que perdura hasta nuestros días. En el ínterin, la Unión Soviética se desmorona a fines de los 80, arrastrando consigo a todos los países europeos que estaban bajo su órbita, y con ella, el comunismo pierde terreno.
Posteriormente el comunismo chino también sufre su propia metamorfosis.
Tan solo Cuba intenta mantenerse fiel a un sistema económico y político que en las últimas décadas del siglo pasado vivió sus peores días desde los tiempos de la revolución rusa de 1917. Así como en la actualidad los está viviendo el sistema alternativo –el capitalista-.
Mas temprano que tarde, el régimen de Fidel, caerá por su propio peso, por el cambio generacional o por las circunstancias. Mal que mal, ninguna dictadura ha logrado resolver un tema clave: la sucesión. Por más avances que se registren en materia de salud, de educación, de previsión, de equidad, no pueden serlo en base a la eternización de quienes detentan un poder absoluto, con todo lo que ello significa. El desarrollo alcanzado bajo las dictaduras no es sustentable, razón por la cual no es desarrollo propiamente tal. El riesgo de la vuelta atrás estará siempre a la vuelta de la esquina.
Víctor Ramió comenta:
ResponderBorrarSiempre interesantes tus reflexiones, Rodolfo.
Sobre la sustentabilidad del desarrollo logrado en dictaduras, lo pensé.Fíjate que creo que lo bueno,queda en lo fundamental,y es pulido o potenciado en democracia.
Estoy pensando en 2 casos cercanos a mi: Chile y España.
Quizás en Cuba pase lo mismo.
Saludos.