Los cuentos del tío
En Estados Unidos de Norteamérica el escándalo Madoff no será el único, aunque probablemente sea el que afecte al mayor número de conspicuos personajes a nivel mundial. Empleando los entresijos más recónditos el hombre ha hecho de las suyas. Mientras los organismos reguladores miraban para otro lado y estaban en manos de quienes no creen en las regulaciones, personajes como Madoff hicieron de las suyas mediante versiones modernas del cuento del tío.
Para los despistados importa señalar que Madoff es un multimillonario de 70 años acusado de estafar a al menos 4,000 personas por un monto del orden de los 50 mil millones de dólares. Para hacernos una magnitud del desaguisado, es como si nos hubiesen estafado en 2 millones de pesos a cada uno de los 15 millones de chilenos. Como puede observarse no es una cifra menor.
El organismo responsable de supervisar los servicios financieros en USA es el SEC, organismo regulador de la bolsa de valores que no detectó la estafa, destapándose su fracaso y las consecuencias del gobierno republicano de Bush que hizo de la desregulación su caballito de batalla. De hecho los nombres de quienes ponía al frente de los organismos reguladores eran personajes provenientes del mundo privado de Wall Street campeones de la no regulación. Era como poner a un gato a cargo de la carnicería.
El cuento del tío Madoff era muy simple: ofrecía tasas de interés levemente superiores a los bancarios. No eran tasas exorbitantes que pudieran inducir a la sospecha. Por el contrario, pasaban piola. Además Madoff no era un personaje cualquiera: tenía su bien ganado prestigio en los pasillos de la Bolsa de Nueva York. Es un tipo serio, educado, como tantos que tenemos por estos lados. De aquellos cuya palabra vale y orienta las decisiones de muchos. Un personaje creíble, confiable, de cuello blanco, de los que no escandalizan, como sí escandalizan quienes se roban un par de gallinas.
Los inversionistas veían como sus cartolas registraban periódicamente los aumentos en sus cuentas, al igual que nuestros queridos fondos de pensiones. Mientras más y más gente se fiaba de este tío, y los que retiraban sus ahorros eran los menos y se iban con sus billetes en mano, todo iba de maravilla. Hasta que un buen día, cuando fueron más los que querían retirar sus fondos que quienes ponían sus recursos en manos de Madoff, que se rompió el hechizo, se desinfló la burbuja, se descubrió el engaño. Madoff no fue capaz de responder. Ahora se está intentando saber qué hizo con todo lo que recaudó.
Lo concreto es que no ha habido creación de riqueza alguna, no ha existido valor agregado. Ningún recurso se destinó a producir, tan solo para jugar al birbiriloque con familiares y amigos. Engañó a medio mundo a vista y paciencia de todos porque vivimos tiempos de engaños colectivos, en que se nos hace creer en ganancias fáciles como consecuencia de especulaciones antes que en aquellas que surgen del sudor de nuestras frentes. Estados Unidos y el mundo entero se creyó el cuento aquel que nos decía que era de tonto no endeudarse. Gastar y endeudarse ha sido la máxima que ha estado guiando nuestras actuaciones.
Pocos son los que ahorran y muchos los que consumen por sobre sus ingresos. Mientras no se revierta esta situación, no tendremos vuelta. El día que dejemos de escuchar cantos de sirena, ese día será el inicio de un nuevo amanecer.
Para los despistados importa señalar que Madoff es un multimillonario de 70 años acusado de estafar a al menos 4,000 personas por un monto del orden de los 50 mil millones de dólares. Para hacernos una magnitud del desaguisado, es como si nos hubiesen estafado en 2 millones de pesos a cada uno de los 15 millones de chilenos. Como puede observarse no es una cifra menor.
El organismo responsable de supervisar los servicios financieros en USA es el SEC, organismo regulador de la bolsa de valores que no detectó la estafa, destapándose su fracaso y las consecuencias del gobierno republicano de Bush que hizo de la desregulación su caballito de batalla. De hecho los nombres de quienes ponía al frente de los organismos reguladores eran personajes provenientes del mundo privado de Wall Street campeones de la no regulación. Era como poner a un gato a cargo de la carnicería.
El cuento del tío Madoff era muy simple: ofrecía tasas de interés levemente superiores a los bancarios. No eran tasas exorbitantes que pudieran inducir a la sospecha. Por el contrario, pasaban piola. Además Madoff no era un personaje cualquiera: tenía su bien ganado prestigio en los pasillos de la Bolsa de Nueva York. Es un tipo serio, educado, como tantos que tenemos por estos lados. De aquellos cuya palabra vale y orienta las decisiones de muchos. Un personaje creíble, confiable, de cuello blanco, de los que no escandalizan, como sí escandalizan quienes se roban un par de gallinas.
Los inversionistas veían como sus cartolas registraban periódicamente los aumentos en sus cuentas, al igual que nuestros queridos fondos de pensiones. Mientras más y más gente se fiaba de este tío, y los que retiraban sus ahorros eran los menos y se iban con sus billetes en mano, todo iba de maravilla. Hasta que un buen día, cuando fueron más los que querían retirar sus fondos que quienes ponían sus recursos en manos de Madoff, que se rompió el hechizo, se desinfló la burbuja, se descubrió el engaño. Madoff no fue capaz de responder. Ahora se está intentando saber qué hizo con todo lo que recaudó.
Lo concreto es que no ha habido creación de riqueza alguna, no ha existido valor agregado. Ningún recurso se destinó a producir, tan solo para jugar al birbiriloque con familiares y amigos. Engañó a medio mundo a vista y paciencia de todos porque vivimos tiempos de engaños colectivos, en que se nos hace creer en ganancias fáciles como consecuencia de especulaciones antes que en aquellas que surgen del sudor de nuestras frentes. Estados Unidos y el mundo entero se creyó el cuento aquel que nos decía que era de tonto no endeudarse. Gastar y endeudarse ha sido la máxima que ha estado guiando nuestras actuaciones.
Pocos son los que ahorran y muchos los que consumen por sobre sus ingresos. Mientras no se revierta esta situación, no tendremos vuelta. El día que dejemos de escuchar cantos de sirena, ese día será el inicio de un nuevo amanecer.
Rodolfo: acabo de publicar un par de cosas en mi blog, sobre el otro caso: el de Stanford.
ResponderBorrarSaludos.
Rodolfo: acabo de publicar un par de cosas en mi blog, sobre el otro caso: el de Stanford.
ResponderBorrarSaludos.
Papito, interesante tema, y con nuevo diseño.
ResponderBorrarsaludos,
Luis Ramírez