septiembre 07, 2025

Surfeando en tiempos revueltos

Foto de Thomas Ashlock en Unsplash

Estamos inmersos en medio de un oleaje del que muchos no sabemos cómo saldremos, ni cómo enfrentar. Estamos ante olas que sorprenden por su magnitud cuantitativa y cualitativa. Ahora me referiré a los cambios en el plano laboral, donde los que hemos estado viviendo en los últimos 50 años no tienen precedentes. Como consecuencia de los avances tecnológicos, las empresas con miles de trabajadores manuales están, o han desaparecido para ser reemplazadas por redes de empresas más pequeñas donde predomina el trabajo intelectual por sobre el manual. El impacto de la robotización, la automatización, si bien ya lo estamos palpando, experimentando, para bien y para mal, aún no logramos dimensionarlo.

En el plano de las familias los cambios también son de una magnitud que aún no somos capaces de aquilatar, pero esto ya es harina de otro costal del que ya tendremos oportunidad de hablar. Ahora centrémonos en lo que está ocurriendo en el mundo del trabajo.

Los conocimientos que hoy nos pide el mercado laboral, y nos pedirá en las próximas décadas, poco tienen que ver con las que nos exigían, con los que hemos estado siendo educados. Frente a las vertiginosas transformaciones en que estamos inmersos, los sistemas educacionales parecen estar a la vuelta de la rueda. Por lo general, los cambios que observamos son cosméticos, no van a la raíz. A lo más introducimos nuevas tecnologías en las aulas, cambiamos planes de estudio, modificamos programas de asignaturas, sin ir al meollo, al núcleo de las habilidades que la sociedad nos está exigiendo, y nos exigirá a futuro, no solo para trabajar, sino que para vivir. No olvidemos que, aunque nos cueste creerlo, vamos tendiendo a una disminución del tiempo dedicado al trabajo, lo que implica un aumento del tiempo de ocio. También tenemos que aprender a saber qué hacer en estos crecientes tiempos de ocio que tendremos.

Distintos organismos -nacionales e internacionales- dan cuenta de que el mundo de las empresas está exigiendo mayores capacidades de análisis, de pensamiento analítico, creativo y crítico de los trabajadores, al igual que de adaptación a los cambios, a navegar en ellos, a no dejarnos abrumar y enfrentarlos como oportunidades abriéndonos a ellos. También está teniendo mayor peso la capacidad de liderar e influir positivamente, y cuando me refiero a liderar hago especial hincapié en tener la capacidad de reunir en una misma persona al pensador, al realizador y al soñador, trilogía de atributos que pocos poseen en forma natural.

El tema no se agota con lo señalado, pero es suficiente para deducir una creciente valoración de competencias blandas no automatizables, y que se relacionan con el saber ser, estar y conocer, antes que con el saber hacer, dado que para esto último estarán las máquinas, los robots, la inteligencia artificial.

No hay mucho nuevo bajo el sol dado que estas competencias blandas siempre han sido relevantes, no solo en el mundo del trabajo, sino que en el diario vivir. Lo que ha ocurrido es que su peso ha ido in crescendo como consecuencia de la automatización de las competencias duras. En síntesis, a los trabajadores de hoy y mañana se les está exigiendo cada vez mayores capacidades no automatizables, o difíciles de automatizar. Lo positivo de todo esto es que apunta a desarrollarnos más como personas, a ser más humanos, no más máquinas. No olvidemos que hace un siglo atrás, en las empresas los trabajadores éramos los engranajes de las máquinas de producción como tan bien lo ilustra la película Tiempos Modernos cuyo protagonista principal es Charlie Chaplin.  

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