Cuando surgió la red de
redes, internet, la revolución de la informática de la mano de las comunicaciones,
estaba convencido que iban a contribuir a democratizar las sociedades, tal como
en su momento tiene que haberlo sido la aparición de la imprenta. Hoy observo,
no sin estupor que lo que pensaba está lejos de darse. No solo eso, sino que todo
lo contrario. Las nuevas tecnologías de información y comunicación (TICs),
junto con facilitar la transmisión, disponibilidad y el acceso a la
información, también están facilitando la desinformación, y por tanto, su transmisión,
disponibilidad y acceso.
Siempre pensé que las
redes sociales (rrss) abrirían la cancha para que nos enteráramos de la firme,
de la verdad de los hechos, y que ella no estuviera tan solo a mano de quienes
pudiesen pagar por saber lo que está ocurriendo. Sin embargo, lo que observo es
todo lo contrario: que las rrss están siendo utilizadas para transmitir una y
otra vez, mentiras al por mayor como verdaderas bombas de racimo que ponen a
prueba nuestra inteligencia, nuestra capacidad para ver bajo el agua, para
filtrar, para discernir, para separar la paja del polvo.
En más de una
oportunidad no ha faltado quien me llame para contarme algún hecho inverosímil.
Mi reacción ha sido ¿estás seguro? Sí me responde, mira acá, y me muestra su celular
con la noticia en Facebook. Mi respuesta no se hizo esperar: no me compro la
noticia en tanto no sea de una fuente confiable, responsable. Al voleo se puede
decir cualquier cosa. Y es lo que desafortunadamente está ocurriendo. Las
mentiras se esparcen como reguero de pólvora. El resultado no es otro que el
caos mismo, la toma de decisiones erróneas al por mayor.
Con las rrss, en vez de
informarnos más, está ocurriendo lo contrario, desinformarnos más y más. Por
desgracia, la desinformación le está ganando a la información. Nunca imaginé
que tras las rrss se instalaran verdaderas fábricas de desinformación que están
distorsionando la democracia, poniéndola en jaque. Estamos ante un fenómeno
planetario, y Chile no escapa a esta realidad. Las próximas elecciones presidenciales
y parlamentarias están poniendo a prueba nuestra capacidad para diferenciar la
verdad de la mentira.
Hoy más que nunca
estamos forzados a contrastar la información que recibimos junto con ver qué se
trae bajo el poncho y qué intereses hay tras cada afirmación, cada promesa.
Resulta patético
constatar la amenaza que encierra la desinformación que está inundándonos en
defensa de poderosos intereses que se ocultan tras las rrss. Frente a toda
noticia impactante, sorprendente, inverosímil, es imprescindible identificar su
fuente y contrastar con otras fuentes. No podemos comprarnos cualquier cuento. Tenemos
que ser capaces de percatarnos que nos están emborrachando la perdiz.
Estamos asistiendo a una
contienda desigual, en el que la información seria, responsable, veraz, debe
hacer frente a una desinformación de fuentes que se ocultan en el anonimato,
especializadas en distorsionar imágenes y videos con propósitos inconfesables. La
verdad está siendo acosada por la mentira, y cuando ésta domina la escena, la
democracia cruje. Si bien la mentira siempre ha existido, nunca como en la
actualidad ha existido tanta capacidad para difundirla a diestra y siniestra
con propósitos inconfesables.
Pepe Reig, periodista,
profesor universitario español, en su reciente libro titulado “En manos de la desinformación. Posverdad, posperiodismo, posdemocracia” aborda la temática expresada en los apartados
precedentes. Libro que aparece en un contexto preocupante, de punto de quiebre,
inmersos en una ola de populismo nacionalista, autoritario y ultraderechista
donde cabe preguntarse cuánta mentira aguanta el espacio público y la
democracia sin que ella se debilite.
A Pepe tuve el gusto de
conocerlo a fines del 2004, en un hostal localizado en Avenida Vicuña Mackenna,
cerca de plaza Italia, en Santiago de Chile. Él había venido en el marco de un
proyecto para conocer in situ la evolución política del país en plena contienda
electoral, entre la primera y segunda vuelta entre Michelle Bachelet y
Sebastián Piñera, que finalmente fue ganada por Michelle. Desde entonces, si
bien ha vuelto a Chile en más de una ocasión, solo hemos podido volver a vernos
en España, primero en Valencia y luego en Barcelona. En Valencia tuve el gusto
de conocer a su familia y sus amigos, así como de que nos guiara a conocer la Ciudad
de las Artes y de las Ciencias, monumental obra del arquitecto Santiago Calatrava. Desde hace ya más de dos décadas hemos
estado en contacto bajo un denominador común: nuestra aspiración por vivir en
una sociedad más libre y más justa.
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