Como ya se dijo en
capítulos anteriores, uno de los sellos de Ingeniería en Informática Empresarial (IIE) fue el de innovar, de
aprovechar que la universidad se había embarcado en un modelo de educación
orientado al desarrollo de competencias para ensamblar la teoría con la
práctica. Recordemos que toda competencia no es sino la puesta en acción de una
o más capacidades. Por tanto, estábamos insertos en un modelo educativo que
exigía no solo la formación de capacidades, sino que ellas debían concretarse, expresarse, aplicarse. Mientras capacidad es un concepto pasivo, competencia es un
concepto activo, y como tal el aprendizaje no solo debía ser en el aula, sino
que también en terreno.
En este marco en IIE nacen
los proyectos en empresas, debiendo el plan de estudios incluir al menos una
asignatura por semestre en el que se exigiera el desarrollo de proyectos en
empresas. El desafío, no solo para los alumnos, sino para el cuerpo de
profesores, era mayúsculo. Había que dar una estructura a los proyectos, había que
salir a la búsqueda de empresas, había que responder a las expectativas
generadas. Se trató de una experiencia apasionante. Lo que se aprendía en aula
había que ponerlo en acción. Y desde el primer año.
Para darle
visibilidad a todo esto, anualmente se organizaron ferias de posters, los que en
sus primeros años tuvieron lugar en la céntrica 1 Sur, para posteriormente
ponerse pantalones largos en la plaza de armas de Talca. Los transeúntes se
sorprendían. Cada proyecto tenía su stand con un poster que resumía su contenido,
y que era atendido por los alumnos integrantes del grupo de trabajo, quienes explicaban
el proyecto a quienes se detenían para interiorizarse de la experiencia.
Todo esto ha ido
marcando a la carrera, a la formación, y hoy sus egresados recuerdan vivencias
inolvidables. No se trataba de grandes proyectos, no pocos minúsculos, pero no
por ello insignificantes. Microempresas familiares que primera vez recibían una
nueva mirada hacia su quehacer productivo orientada a formalizar, optimizar,
mejorar.
Lo concreto es que
todas estas actividades potenciaron a los alumnos, contribuyeron a desarrollar
sus personalidades, a adquirir experiencia y confianza en sí mismos, a vivir
las dificultades que encierra trabajar en equipo, a perderle el miedo al mundo
en el que se desempeñarían una vez egresados. Es así como a la hora de egresar,
los IIE lo hicieron sabiendo el terreno que pisarían y con la frente en alto.
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