La derrota de la izquierda, del gobierno, está muy bien sintetizada por quien fue su candidata presidencial, Jeanette Jara: “la democracia habló fuerte y claro”. Es la peor derrota desde el retorno a la democracia con una diferencia de poco menos de 20 puntos porcentuales. Tendremos que morder el polvo de una derrota estrepitosa, que se dio a lo largo y ancho de todo el país, sin excepción. Previsible, pero no por ello menos amarga.
Las preguntas ¿por qué?
¿qué pasó? son inevitables y no tienen una respuesta única ni inmediata. Unos responsabilizarán
a otros, y éstos a los unos dependiendo de dónde se ponga el acento. Si bien es
un tanto prematuro especular en torno a las razones, puesto que aún está fresco
el dolor, me es imposible soslayar algunas reflexiones que necesito compartir.
Un dolor que emana de
la resurrección del pinochetismo puro y duro de la mano de José Antonio Kast
(JAK). Nunca antes había ganado alguien que para el plebiscito del 88 votara
por el SI. La derecha, para acceder al gobierno pudo hacerlo recién en el 2010,
de la mano, y tras un candidato que había estado con el NO a la continuidad del
innombrable: Sebastián Piñera. Éste, incluso se dio el lujo de conmemorar los
40 años del golpe haciendo referencia a los cómplices pasivos. Bueno, hoy,
Chile eligió, por la vía del voto, democráticamente, con un papel y un lápiz,
en favor de uno de esos cómplices pasivos, por uno de los que estuvo por la
continuidad del innombrable hasta el fin de los tiempos.
Chile votó por un
personaje cuya visión de los DDHH se opone fuertemente a la que predominó a lo
largo de estas décadas. Un personaje cuya trayectoria política habla por sí
sola. Habla de unidad, tal como lo hacía el innombrable, para quien los
desaparecidos no eran tales, las denuncias de torturas no eran sino patrañas
del “marxismo leninismo internacional”. El pinochetismo ha vuelto por sus
fueros en gloria y majestad. Duele, duele mucho. Mal que mal, qué no hicimos
para sacarnos de encima la dictadura y soñar con un futuro libre de tutelajes.
Respirando por la
herida no faltan quienes en vez de respirar profundo y reflexionar están
queriéndonos invitar a un segundo estallido social, evento que le permitiría a
Kast justificar una política de represión que le vendría como anillo al dedo; tampoco faltarían quienes, a la luz de los resultados, concluyan que estamos ante una democracia de pacotilla, burguesa, rehén de quienes detentan el poder económico.
Respirando por la
herida no faltan quienes imputan la derrota a la ignorancia de los chilenos, a
su poca dignidad, escasa empatía, no saber lo que quiere, y los miedos que lo
acosan alentados por el clima de intoxicación generado por los medios de
comunicación convencionales y las redes sociales que la derecha ha sabido
gestionar magistral y macabramente.
Respirando por la
herida podemos desahogarnos por la vía de imputar la derrota a una estrategia comunicacional
por parte de JAK basada en la necesidad de un gobierno de emergencia para enfrentar
una migración y una narco delincuencia descontrolada, como si el país se
estuviese cayendo a pedazos, afirmando que el gobierno de Boric estaría siendo
el peor de la historia. Estrategia comunicacional que desgraciadamente le
resultó exitosa.
Respirando por la herida no faltarán quienes responsabilicen de la derrota a llevar a una candidatura comunista en un país en el que el anticomunismo está inoculado hasta la vena desde los inicios del siglo pasado, reforzado en tiempos de Gonzalez Videla y consolidado en tiempos del innombrable.
Tenemos que
sacudirnos y ser capaces de asumir un mínimo de autocrítica en la forma más objetivo posible -si es que la objetividad existe en este orden de cosas-, y percatarnos que algo
no hemos hecho bien para llegar a esto. Descifrar ese “algo” es la gran tarea que
tendremos por delante. Tarea en la que volarán plumas, pero que será indispensable realizar si queremos resucitar, volver a ser una alternativa creible y confiable con vocación
de mayoría.







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