En una de sus columnas mercuriales en las que Sebastián
Edwards dicta cátedra en torno a temas económicos, este 15 de julio, expresa
preocupación frente a la candidatura de Jeannette Jara. Preocupación que nace
del interés de la candidata por aumentar el salario mínimo a $ 750,000 y una
política que fomente la demanda interna.
Para ello Sebastián nos invita a responder la pregunta
¿Lo que sugiere Jara ha sido implementado alguna vez en la historia? Él mismo
se responde la pregunta en términos afirmativos, razón por la que después se pregunta
¿cuáles fueron los resultados de esta política? Para estos efectos hace un
paralelo con las medidas adoptadas bajo el gobierno de Salvador Allende hace más
de medio siglo atrás como parte de la política económica adoptada.
Sebastián termina afirmando que bajo tal política
económica los salarios reales se derrumbaron, la producción industrial y
agrícola colapsó, que el acaparamiento, desabastecimiento y mercado negro campearon, que el
dólar real se disparó con relación al oficial, y que se desencadenó la
inflación. Esto es, Jara pretendería implementar una política económica
fracasada.
Pero lo que no hace Sebastián es contar la película
completa. ¿Qué pasó realmente? El país tenía una importante capacidad
productiva, tanto agrícola como industrial, ociosa, esto es, había un espacio
para el crecimiento tanto agrícola como manufacturero que viabilizaba un mayor
poder adquisitivo vía un aumento en las remuneraciones de los trabajadores sin
que ello impactara mayormente en la inflación. Y así ocurrió en el primer año
de gobierno.
Esto, en circunstancias normales, supondría todo un
incentivo para mayores inversiones conducentes a aumentar la capacidad
instalada que permitiera dar continuidad a una política de esta naturaleza. Estas
mayores inversiones no tuvieron lugar por razones políticas. No solo no
tuvieron lugar, sino que además se desató toda una campaña orientada a impedir
que la experiencia chilena de implementar un “socialismo con sabor a vino tinto
y empanadas” tuviera éxito. Campaña orquestada y financiada por la oligarquía
chilena de la mano de The Mercury Times en connivencia de los EEUU.
Un análisis serio de la experiencia vivida bajo el
gobierno de Allende no puede omitir tampoco que, hiciera lo que hiciera, estaba
condenado a fracasar. El imperio y la oligarquía nacional habían dado prueba
indesmentible de que no estaban dispuestos a que el gobierno de la Unidad
Popular (UP) fuera exitoso: el secuestro y asesinato del comandante en Jefe del
Ejército, general René Schneider. Estaban dispuestos a todo. El gobierno estaba
condenado a fracasar, hiciera lo que hiciera Allende. Poderes reales y fácticos
ya habían dictado condena. Las cartas estaban echadas: había que hacer “gritar”
la economía como lo ordenó Nixon en su minuto.
Lo señalado apunta a complementar lo que señala Sebastián
en un intento por contar el cuento completo, sin sesgos. También apunta a la
relevancia que tiene considerar factores difíciles de evaluar, pero que no se pueden
dejar de tomar en cuenta para saber qué es lo realmente factible. Y esto vale,
no solo para un lado, sino para ambos, izquierda y derecha. No es posible
soslayar las consecuencias de no evaluarlas adecuadamente en base a la
correlación de fuerzas existentes, tanto políticas, como económicas, sociales y
militares.
Una gran lección que nos deja lo vivido entre los años 70
y 73, es que todo aumento de la demanda interna debe necesariamente ser
acompañada de un incremento en la capacidad productiva del país. De lo
contrario, el aumento en el salario mínimo o vital se nos escurrirá entre los
dedos. Y la otra gran lección es que si no queremos terminar mal, se precisa de
un gran acuerdo nacional entre el mundo del trabajo y del capital bajo un
gobierno que lo aliente generando un ambiente propicio a ello.
Ir a la pelea, a los combos, a la imposición de unos
sobre otros, es inconducente, o mejor dicho, nos condena al fracaso. Jugando al todo o nada ya sabemos cómo terminamos, con nada.
La idea de aumentar la demanda interna no es mala
idea, sobre todo en el contexto mundial en que estamos con un imperio, el de
EEUU, en manos de un presidente que está usando la política arancelaria como
instrumento de imposición y vasallaje. Hay que perseverar en esta idea de modo de hacerla factible.
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