julio 15, 2025

Las políticas económicas de Jara y Allende

Foto de Andre Taissin en Unsplash

En una de sus columnas mercuriales en las que Sebastián Edwards dicta cátedra en torno a temas económicos, este 15 de julio, expresa preocupación frente a la candidatura de Jeannette Jara. Preocupación que nace del interés de la candidata por aumentar el salario mínimo a $ 750,000 y una política que fomente la demanda interna.

Para ello Sebastián nos invita a responder la pregunta ¿Lo que sugiere Jara ha sido implementado alguna vez en la historia? Él mismo se responde la pregunta en términos afirmativos, razón por la que después se pregunta ¿cuáles fueron los resultados de esta política? Para estos efectos hace un paralelo con las medidas adoptadas bajo el gobierno de Salvador Allende hace más de medio siglo atrás como parte de la política económica adoptada.

Sebastián termina afirmando que bajo tal política económica los salarios reales se derrumbaron, la producción industrial y agrícola colapsó, que el acaparamiento, desabastecimiento y mercado negro campearon, que el dólar real se disparó con relación al oficial, y que se desencadenó la inflación. Esto es, Jara pretendería implementar una política económica fracasada.

Pero lo que no hace Sebastián es contar la película completa. ¿Qué pasó realmente? El país tenía una importante capacidad productiva, tanto agrícola como industrial, ociosa, esto es, había un espacio para el crecimiento tanto agrícola como manufacturero que viabilizaba un mayor poder adquisitivo vía un aumento en las remuneraciones de los trabajadores sin que ello impactara mayormente en la inflación. Y así ocurrió en el primer año de gobierno.

Esto, en circunstancias normales, supondría todo un incentivo para mayores inversiones conducentes a aumentar la capacidad instalada que permitiera dar continuidad a una política de esta naturaleza. Estas mayores inversiones no tuvieron lugar por razones políticas. No solo no tuvieron lugar, sino que además se desató toda una campaña orientada a impedir que la experiencia chilena de implementar un “socialismo con sabor a vino tinto y empanadas” tuviera éxito. Campaña orquestada y financiada por la oligarquía chilena de la mano de The Mercury Times en connivencia de los EEUU.

Un análisis serio de la experiencia vivida bajo el gobierno de Allende no puede omitir tampoco que, hiciera lo que hiciera, estaba condenado a fracasar. El imperio y la oligarquía nacional habían dado prueba indesmentible de que no estaban dispuestos a que el gobierno de la Unidad Popular (UP) fuera exitoso: el secuestro y asesinato del comandante en Jefe del Ejército, general René Schneider. Estaban dispuestos a todo. El gobierno estaba condenado a fracasar, hiciera lo que hiciera Allende. Poderes reales y fácticos ya habían dictado condena. Las cartas estaban echadas: había que hacer “gritar” la economía como lo ordenó Nixon en su minuto.

Lo señalado apunta a complementar lo que señala Sebastián en un intento por contar el cuento completo, sin sesgos. También apunta a la relevancia que tiene considerar factores difíciles de evaluar, pero que no se pueden dejar de tomar en cuenta para saber qué es lo realmente factible. Y esto vale, no solo para un lado, sino para ambos, izquierda y derecha. No es posible soslayar las consecuencias de no evaluarlas adecuadamente en base a la correlación de fuerzas existentes, tanto políticas, como económicas, sociales y militares.

Una gran lección que nos deja lo vivido entre los años 70 y 73, es que todo aumento de la demanda interna debe necesariamente ser acompañada de un incremento en la capacidad productiva del país. De lo contrario, el aumento en el salario mínimo o vital se nos escurrirá entre los dedos. Y la otra gran lección es que si no queremos terminar mal, se precisa de un gran acuerdo nacional entre el mundo del trabajo y del capital bajo un gobierno que lo aliente generando un ambiente propicio a ello.

Ir a la pelea, a los combos, a la imposición de unos sobre otros, es inconducente, o mejor dicho, nos condena al fracaso. Jugando al todo o nada ya sabemos cómo terminamos, con nada.

La idea de aumentar la demanda interna no es mala idea, sobre todo en el contexto mundial en que estamos con un imperio, el de EEUU, en manos de un presidente que está usando la política arancelaria como instrumento de imposición y vasallaje. Hay que perseverar en esta idea de modo de hacerla factible. 

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