marzo 01, 2024

Milei ¿jugando con fuego?

Sigo de cerca lo que está ocurriendo con Milei, desde su ascenso a la primera magistratura hasta la actualidad. No es un seguimiento puntilloso, sino a la distancia. Es claro que desde el primer día de su ingreso a la Casa Rosada, avalado en su triunfo electoral, enciende la mecha permanentemente como si todavía fuese candidato, como si siguiera en campaña. Lo demuestra cuando afirma que Argentina está viviendo un momento histórico, que es ahora o nunca, y pide, haciendo uso y abuso de las redes sociales, que lo apoyen y acompañen.

Parece olvidar que no se gobierna insultando, ignorando o buscando capturar a la oposición, ni frente a una pantalla de un computador o de un celular para andar contabilizando los “me gusta” que recibe en twitter o Facebook. Parece olvidar que está gobernando un país real, no un país virtual. También pareciera declararse en estado de guerra, desconociendo la división de poderes. Habiendo promovido en el pasado el federalismo, hoy, frente a un posicionamiento de los gobernadores de las provincias del sur, no encuentra nada mejor que calificarlo de amenaza sediciosa.

Estamos frente a una personalidad que no sé cómo calificar, pero que no dudo en considerar no apta para gobernar democráticamente. Milei tiene legitimidad de origen, de eso no cabe duda alguna, pero esa legitimidad debe ir acompañada de una legitimidad de ejercicio, lo que no se observa dado que, tanto él como quienes lo acompañan, parecen desconocer las reglas democráticas y los límites que impone el ejercicio democrático, los que son excedidos una y otra vez. Hay toda una paradoja, porque quienes están tras Milei surgen democráticamente, mediante el voto, pero se apoderan del poder del Estado para lanzarse contra él, porque no creen en él, sosteniendo que todo lo que hace el Estado lo hace mal. Asumieron para destruirlo, y en eso están con motosierra en mano. Y de la mano de parte de la casta política a la que tanto basureó a lo largo de su campaña.

Pero gobernar democráticamente es otro cuento. No se gobierna democráticamente descalificando, insultando o amenazando. La legitimidad de ejercicio implica respetar la división de poderes imperante, respetar a la oposición, persuadir, buscar acuerdos antes que andar imponiendo políticas avalado en mayorías electorales. Obtuvo la mayoría para ser presidente, pero no la obtuvo en el parlamento, ni la tiene entre los gobernadores. Esto le exige negociar, a lo que no parece estar dispuesto. Quiere imponer, jugar al todo o nada. ¿Pretenderá gobernar por decreto? ¿con las FFAA?

Milei no es Bolsonaro ni es Trump. tienen parecidos, pero no son los mismos. Los une su adhesión a una nueva derecha, una ultraderecha que ha sido capaz de desplegarse a nivel mundial, ocupando espacios que nadie imaginó ante el vacío dejado por la caída del muro de Berlín seguido del derrumbe del imperio soviético y de sus países satélites que conformaban el pacto de Varsovia. Una nueva derecha nacionalista de la boca para afuera, pero que postula un modelo global socioeconómico transnacional específico, el neoliberal. Una nueva derecha experta en manejo de las redes sociales para transmitir sus mensajes (“medias verdades”) al por mayor que se distribuyen como bombas de racimo.

Una nueva derecha que ha descubierto un nuevo modo de dar batalla, que arremete con un modo de hacer política que en estricto rigor nada tiene de tal si la entendemos como un espacio de debate, de pluralidad de voces, no de pensamientos únicos.  

Todo esto hay que vincularlo con las redes sociales en que se apoya Milei aprovechando que ellas constituyen un fenómeno más emocional que racional. Milei dedica horas y horas a las redes sociales para enviar mensajes que no son de pacificación, sino muy por el contrario, de provocación. Siendo presidente actúa como si aún estuviese en campaña para conquistar la presidencia. Pero ese tiempo ya fue.

Hoy, ya como presidente no le corresponde seguir exacerbando los ánimos, y si así lo hace, entonces cabe pensar que lo que aspira es generar un caos con el propósito inconfesado de estresar a la población, de infundir miedo, depresión con miras a generar un ánimo derrotista, junto con debilitar el interés y la esperanza ciudadana. Todo esto en el marco de un plan maquiavélico, sádico, sistemático para imponer, contra viento y marea, un nuevo modelo socio-económico.

Recordemos que Milei es un presidente que surge de una demonización de la política a pesar de ser parte de ella. Tanto en su discurso como en la práctica alienta la anti política como lo prueba la forma con que se relaciona con la “casta política”, como le gusta llamar a los políticos, el parlamento, los gobernadores y los dirigentes sindicales. Es un presidente que surge de las redes sociales, como panelista de la televisión, que cree que está en una suerte de reality show.

Milei siempre ha sido así, pero que como presidente opte por estar permanentemente insultando, descalificando en vez de persuadir, no le hace bien a Argentina ni a ningún país del mundo y amenaza con afectar la salud mental de los argentinos, si es que ya no están afectados. Al paso que vamos, me temo que desde el parlamento argentino surjan voces destinadas a acusarlo constitucionalmente por incapacidad psíquica para gobernar. Incapacidad reflejada en su permanente agresividad e irritación con quienes no comparten sus planteamientos.

No hay que olvidar que Milei ganó porque la rabia de los argentinos con la realidad que viven fue mayor que el miedo a sus propuestas, pero al paso que vamos corre el riesgo de que esta rabia se vuelque en su contra. En política el diálogo real, verdadero, no es prescindible, es condición necesaria para salir adelante.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario