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No es fácil ser optimista en tiempos de crisis. Por el contrario, en los tiempos que corren el pesimismo tiende a embargarnos. Es natural. Mal que mal las crisis nos hacen ver todo negro, como si estuviésemos en un pozo, sin poder salir de él. Lo que vemos a diario, en el plano económico, social y político, pareciera invitarnos a ser pesimistas. A ver el vaso medio vacío antes que medio lleno.
No
es para menos, pero bien sabemos que el pesimismo es inconducente, solo nos
hunde más y más, incidiendo en nuestra salud. El pesimismo enferma, no solo al
que lo padece, sino que arrastra a quienes nos rodean. El optimismo, asumir una
actitud positiva, por el contrario, es un antídoto, nos da salud, es
contagioso. nos permite levantar la cabeza, enfrentar crisis, encontrar salidas,
soluciones, allí donde no veíamos salida ni solución alguna. No es llegar y
decir o plantearse ser optimista. Quizás el primer paso sea tener claro que por
la vía del pesimismo no se sale adelante, que ese camino hay que dejarlo a un
lado.
El
optimismo protege nuestra salud física y emocional. Está probado que
las personas optimistas gozan de mejor salud, más esperanza de vida y tienden a
ser más felices que los pesimistas. Claro que no es llegar, declarar y
proponerse ser optimista, menos cuando se enfrentan o viven circunstancias
adversas. Sin embargo, no sin esfuerzo, es posible. Quienes se manejan en esto
nos dicen que los optimistas se caracterizan porque aunque el presente sea malo,
piensan que el futuro será bueno y que este presente serán capaces de sortearlo.
No solo eso, están seguros que del mal presente saldrán fortalecidos, sacando
lecciones de errores cometidos y no dejándose atrapar por ellos, aprendiendo. Además,
no se dejan paralizar, buscando oportunidades y enfrentando con ganas los
desafíos para sortearlos sin escándalos, distinguiendo lo que está en sus manos
controlar de aquello que no es controlable. Por último, tienen la capacidad
para agradecer los logros, particularmente los ajenos. No hay duda que el optimismo
también tiene que ver con nuestra manera de ser, nuestro temperamento, carácter,
pero ello no implica que no podamos incidir en él. A unos nos costará más que a
otros, pero es mucho lo que ganamos en todo el sentido de la palabra siendo optimistas,
por lo que vale la pena cultivarlo.
Una
experta de la Universidad de Harvard nos dice que "ser optimista hace
posible que las personas sean capaces de regular tanto sus emociones como sus
hábitos. La gente más optimista tiene menos
probabilidades de fumar y de tener un consumo
abusivo de alcohol, además suelen practicar actividad
física. Por otra parte, creemos que también comen
de manera más sana, aunque para esto todavía no hay datos
suficientes".
Estudios realizados en la Universidad de Harvard
señalan que entre el.20% y el 30% de nuestra actitud optimista, es hereditaria,
en tanto que el porcentaje restante, más del 70%, depende de variables que no
son genéticas. Si bien respecto de lo que es hereditario no podemos hacer
mucho, sobre lo que no es hereditario, lo que sí depende de nosotros, podemos
actuar para ser optimistas. Para ello los expertos nos invitan a utilizar
nuestros puntos fuertes, nuestras aptitudes, las que varían de persona a
persona, que pueden ir desde ser bondadosos, sensatos, hasta tener sentido del
humor, ser empáticos, agradecer las buenas ideas. No depender de factores
externos, que escapen a nuestro control. Esto implica pisar tierra firme, tener
los pies en la tierra, no volarse, no forjarse expectativas desmedidas que den
pábulo a la decepción.
Como puede verse, no es fácil ser optimista en los
tiempos que vivimos. Pero bien vale la pena ponerle empeño. Es increíble,
créame, cómo se abrirán puertas y ventanas, facilitando nuestra existencia.
No soy optimista ni menos pesimista, basta con ser realista y vivir tranquilo en familia.
ResponderBorrarFue un agrado leer tu artículo. Desde Los Andes te envío un saludo y siempre recordando amigos que conocimos en Arica. Un eterno optimista Héctor Cáceres V
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