Mi tesis es que la
independencia como tal, no existe, al menos para los mortales de a pie sin
mayores espaldas financieras capaces de soportar un chaparrón o los períodos de
vacas flacas que inevitablemente la vida nos pone por delante; o para quienes
juegan con las cartas marcadas al tener santos en la corte. Me temo que siempre somos dependientes de "algo".
En efecto, siempre
seremos dependientes en un sentido estricto, si no lo somos de un jefe, de
alguien con rostro y apellido, lo seremos de una multitud de seres anónimos,
del inefable mercado, veleidoso mercado, del “cruel” mercado como en su momento
lo calificó el expresidente Aylwin. También seremos dependientes de las reglas
del juego, de los reglamentos, de las leyes que se imponen para “perfeccionar”
los mercados para hacerlos más competitivos, pero que en la práctica no pocas
veces lo “imperfeccionan” para deleite de personajes que se sitúan en la sombra.
Pero si estamos
jugando limpio, estaremos a merced de un mercado al cual deberemos estar
permanentemente atentos, que no debemos dejar ni a sol ni a sombra y que no
perdona si te equivocas en tu estrategia, en tu marketing, en tu localización,
en tu política de precios.
La independencia es
muy apetecida. Emprender, no tener que mirarle la cara a ningún superior ni
estar a merced de él es algo que atrae, pero que guarda tintes engañosos. Sin
capital ni espaldas financieras es una trampa mortal. Lo escrito lo he
comprobado en vivo y en directo.
Una vez lo fui por
necesidad, por quedar sin trabajo. En mis tiempos mozos me tiré con un
preuniversitario, partimos muy bien con una estrategia de marketing que iba al
mercado que apuntábamos. Una estrategia de hormiga, laboriosa, de bajo costo,
pero eficiente. Nos fue tan bien que se nos subieron los humos a la cabeza y
decidimos apuntar más alto, cambiamos la estrategia de marketing, pusimos todos
los huevos en una única canasta, y no pasó nada, fue un rotundo fracaso. Por
suerte, justo al momento de fracasar logré ser seleccionado a un concurso
académico en la Universidad del Norte, sede Arica.
Eran tiempos difíciles, ya con una familia y dos hijos, la remuneración que recibía, a duras penas alcanzaba para parar la olla. La tentación de la independencia para salir a flote seguía al acecho hasta que se presentó una oportunidad, la de crear la primera empresa de servicios computacionales en Arica: una empresa que demandó sangre, sudor y lágrimas, que prestó servicios tanto a empresas privadas, como públicas y municipales. Si nos iba bien, dejaría mi dependencia de la universidad donde impartía clases, para ser “independiente”.
Todo iba viento en
popa a punto tal que habíamos resuelto renovar el equipamiento computacional
para satisfacer la creciente demanda de nuevos proyectos que con los equipos
que disponíamos no estaban en condiciones de desarrollar. Dimos el pie para el
nuevo equipo y el saldo en cómodas cuotas mensuales en dólares cuyo valor se
había prometido mantener por varios años más. Vino la recesión, la promesa de
mantener el valor del dólar no se cumplió. La consecuencia fue inmediata: nuestros
costos presupuestados se duplicaron y los nuevos ingresos que presupuestamos
tener no fueron tales porque los clientes decidieron posponer sus decisiones de
implementar nuevos proyectos. Nos fuimos a pique. Por suerte no había
abandonado la universidad. Tenía una patita en la dependencia (el trabajo en la
universidad) y otra en la independencia, listo para ser “totalmente
independiente”.
Me tocó conocer
también otro caso, en el ámbito familiar, de quien fue contratado para asumir
altas responsabilidades gerenciales en el ámbito de la producción en una
empresa nacional. Todo iba bien, a punto tal que se creyó el cuento de la
independencia, de para qué trabajar para terceros. No lo pensó dos veces. Se largó
por su cuenta, todo bien, hasta que le fue mal. una cosa es estar a cargo de la
parte productiva y otra, la gestión, el manejo del personal, la contabilidad,
la gestión de compras, las ventas. De esclavo de los dueños de una empresa pasó
a ser esclavo del mercado. Sin tener espaldas para soportar más que un par de
temporadas malas, la salud terminó por jugarle una mala pasada: un infarto
terminó con su vida.
En síntesis, no es
broma tirarse con colores propios. Hay que andar con pies de plomo. La vida
tiene sus vueltas. Otra cosa es con guitarra.
Gracias profesor por compartir su experiencia, muchos exponen sus éxitos, pero allí no hay aprendizaje. Me pasó también participé de un emprendimiento con un socio amigo suyo. Nos fue bien al principio, interpretamos bien las oportunidades, pero no supimos administrar el crecimiento y la lectura del mercado, nos nublamos tomamos malas decisiones, reconozco en mi caso falencias e ignorancia, eso me motivó a estudiar un MBA para entender mejor esos errores, luego me transformé en Mentor de Empresas, entregando esa experiencia gratuitamente a los emprendedores que me lo piden. Para mí, no hay otra cosa que entregar el mejor producto o servicio al menor costo posible para obtener la libre preferencia de nuestros clientes, jefes, subalternos, pares, alumnos. Coincido con usted, nunca eso es independencia, es una disciplina que hay que revisar en todo momento y lugar sin descanso, de otra forma se pagan costos importantes y son pocos los que logran sustentarse y lograr sustentabilidad de su negocio, emprendimiento, todavía busco y trabajo insesablemente ese anhelo.
ResponderBorrarExcelente reflexión, Rodolfo. Es mucho lo que hay que evaluar antes de asumir un riesgo así. Personalmente, es una sirena a la que no le creo su canto. Vi a mi papá sacarse la mugre toda su vida por mantener a flote su "boliche". Logró educarnos y sacarnos adelante, pero creo que se sacrificó demasiado.
ResponderBorrarQuién eres? Ojalá pudiese saber quien eres porque tu comentario aparece como sinónimo
BorrarBuenisimo artículo. Esto de ser emprendedor tiene un relato de doble filo. El emprendedor de hoy es anunciado como el heroé o el santo de antaño. Se habla de Steve Jobs pero no de los que quiebran antes de un año de empezado su negocio.
ResponderBorrarHola, no sé quién eres porque tu comentario aparece como sinónimo. Ojalá pudiese saber quien eres!
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