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Nos asumimos como seres racionales y nos escandalizamos, ponemos el grito en el cielo cuando observamos conductas, acciones o comportamientos inadecuados, los que solemos calificar de irracionales. Por lo mismo se asumen como excepcionales, de ocurrencia esporádica, puntual. Así el menos se asume a la hora de estudiar al ser humano. Se teoriza sobre la base que el grueso de nuestras decisiones sigue una lógica dada por la racionalidad dictada por los intereses individuales que nos mueven. De hecho, la teoría económica clásica supone un comportamiento racional de nuestra parte a la hora de concurrir al mercado.
Sin embargo, en la
práctica, en la vida real, no parece ser así. La racionalidad tiende a ser
empañada, en no pocas ocasiones, por la emocionalidad. De otra manera no sabría
cómo explicar casos que la existencia diaria nos pone por delante.
Uno de estos es el caso de
la reciente concurrencia de más de 30 mil personas al estadio monumental de
Colo Colo, no para presenciar un partido, sino para observar la llegada desde
las alturas, desde el cielo, en un helicóptero, de un jugador de futbol, Arturo
Vidal.
Posteriormente un disfrazado
caballero del medioevo ingresa a la cancha para investirlo como rey, alias el
rey Arturo. Investido como tal, se dio el lujo de dar una vuelta olímpica
alrededor de la cancha, montado en un caballo con una corona en su cabeza. Seguramente
uno de su propiedad. No pudo contener la emoción ante los vítores que le
prodigaba el público. Mal que mal estuvo poco menos de dos décadas jugando en
el extranjero, en equipos de primera línea.
Todo un pueblo dándole la
bienvenida a una de las estrellas más conspicuas de una generación dorada y que
al mismo tiempo ha sido protagonista de más de un escándalo. Recaló en el
equipo de sus amores no sin que antes existieran rudas negociaciones. Estamos en
presencia de un caso en el que se combina el negocio puro y duro, la
racionalidad elevada a su máxima expresión, con la emocionalidad con que se
aspira atraer a los hinchas del futbol. Habrá que ver en qué termina este
cuento.
En los últimos días de cada
mes, al igual que en los primeros días del mes siguiente al vencimiento del
plazo para renovar la revisión técnica de los vehículos motorizados, delante de
muchas Plantas de Revisión Técnica (PRT) constatamos la existencia de largas
filas de vehículos. La racionalidad nos dice que para evitar estos tiempos
perdidos debemos anticiparnos, programarnos para no dejar estas actividades para
última hora con las molestias y pérdida de tiempo consiguientes. La irracionalidad
de nuestro comportamiento nos juega una y otra vez una mala pasada. Lo mismo
para los efectos de los pagos de cuentas, de los permisos de circulación, de
los pagos de impuestos, etc.
Estos dos casos, así como tantos
otros, me hacen poner en duda que seamos racionales en nuestro comportamiento
como homo economicus, tal como pregonan los economistas clásicos.
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