Los presidentes vivos –Eduardo Frei, Ricardo Lagos, Michelle Bachelet,
Sebastián Piñera y Gabriel Boric- han suscrito un documento que encierra un
compromiso por el respeto, cuidado y fortalecimiento de la democracia y los
derechos humanos, siempre.
La oposición, en particular la UDI, resolvió desmarcarse emitiendo su
propia declaración donde enfatizan la inevitabilidad del golpe en razón al quiebre
social, político e institucional al que habría sido conducido el país por parte
de la Unidad Popular (UP). Lo único inevitable es la muerte. Todos estamos
condenados a pasar a mejor vida, moros y cristianos, ricos y pobres, mujeres y
hombres, más temprano o más tarde. Nadie se salva. Todo el resto es evitable,
está sujeto a nuestra voluntad. El golpe era evitable, pero faltó suficiente
voluntad de entendimiento. Las partes se mantuvieron en sus cabales. Esfuerzos
hubo, todos infructuosos, pero ello no convierte en inevitable al golpe.
Sin querer queriendo, ambos extremos del espectro político dominaron la
escena retroalimentándose mutuamente, echándole más leña a la hoguera para
anular todo esfuerzo de entendimiento. Las FFAA chilenas y sus cómplices pasivos,
con el respaldo de la desembozada intervención norteamericana abrocharon un
golpe que ese mismo día Salvador Allende esperaba conjurar mediante un llamado
a plebiscito. Para evitar la salida democrática a la crisis, se anticipó el
golpe.
Importa destacar que el golpe es inseparable de sus consecuencias. Es
incongruente estar de acuerdo con el golpe, pero no con lo que trajo consigo en
miles de compatriotas. Justificar el golpe es justificar todas y cada una de
sus consecuencias, en particular las incontables violaciones a las DDHH, la
barbarie perpetrada por las FFAA contra sus propios compatriotas, contra lo que
en su momento denominaron “el enemigo interno” dentro de la mal llamada
“seguridad interior del Estado”.
Preciso es reconocer que, sin lugar a dudas, hubo una importante
proporción de quienes, de buena fe, respaldaron el golpe en razón de la severa crisis
imperante. Nunca imaginaron lo que sobrevendría. Lo hicieron pensando que sería
para superar tal crisis mediante una convocatoria anticipada a elecciones
presidenciales y parlamentarias. Nada de eso ocurrió, muy por el contrario, fue
un golpe para, desde el primer minuto, refundar el país, cercenar las
libertades públicas, extirpar el marxismo, y exterminar a dirigentes opositores
“como ratones”, tal cual tituló un vespertino de la cadena periodística
mercurial.
Un golpe que traía bajo el brazo un manual de acciones a emprender
provisto por la Escuela de las Américas para enfrentar la infiltración
“marxista-leninista”. Manual que fue acompañado del libro “El Ladrillo”, para
imponer, a sangre y fuego, un modelo económico, el neoliberal. Libro provisto
por los cómplices pasivos formados en la Escuela de Chicago. De esta manera
mataron dos pájaros de un tiro. Para todo esto se incurrió en una violencia
represiva estatal sin freno, desmedida, y que tuvo como propósito infundir
miedo por la vía del amedrentamiento, la inhibición y la anulación a cualquier costo
de toda forma de disenso.
Más allá de los errores de la UP, que no fueron pocos, en ningún caso
alcanzaron los horrores en que incurrieron las FFAA. Tampoco alcanzan a
justificar el golpe, el cual estaba cantado desde antes que asumiera Allende.
Hicieran lo que hicieran Allende y la Unidad Popular, su gobierno estaba
condenado de antemano. El secuestro y asesinato del general Schneider, comandante
en jefe del Ejército por parte de un comando paramilitar, es la prueba
indesmentible de que la ultraderecha en complicidad con la derecha no
trepidaría en usar a las FFAA para impedir lo que las instancias democráticas
habían resuelto.
Las heridas siguen abiertas y no se visualizan signos para cerrarlas por
parte de quienes son los victimarios. Desgraciadamente no se visualiza
arrepentimiento alguno de parte de estos últimos. Incluso más, si se volviera a
producir una crisis política y económica de envergadura como la de entonces, me
temo que la tentación por repetir la historia estaría a la vuelta de la
esquina.
Mientras tanto, para estas fiestas patrias la cueca y el rodeo gozarán
el privilegio de ser candidatas a estar en la nueva constitución que se está
fraguando. Sería la primera constitución del mundo en el que, per secula
seculorum, se consagren, respectivamente, como baile y deporte nacionales. Solo
faltó incorporar la rayuela como deporte nacional. Y quién sabe por qué no se
incluyó en la constitución la comida nacional. Probablemente por la disputa que
se generaría entre los partidarios de la empanada, el choripán, el pastel de
choclo, la humita, la cazuela y quien sabe cuántos otros platos. Ardería Troya.
Buena columna. Me hace pensar que la crítica interna al gobierno de Boric es comida para que la derecha se repita el plato. Cuidemos hoy la democracia con cariño y comprensión. Corren tiempos poco humanos.
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