septiembre 04, 2022

Toda una paliza

Inicio la escritura de estas líneas en pleno proceso electoral con gente aun votando y la terminaré una vez que al menos se sepa la tendencia. Lo primero que habría que consignar es que el proceso electoral ha sido ejemplar como históricamente lo ha sido en Chile y que no deja de enorgullecernos. Una jornada democrática con amplia participación, que se ha desarrollado bajo un clima expectante frente a la incertidumbre del resultado final. Todos han arriado sus particulares banderas para quedar bajo una única bandera, la de Chile, la de la estrella solitaria.

Importa consignar que cualquiera sea el resultado final, el proceso constituyente no concluirá, seguirá abierto, iniciándose una nueva etapa cuyo tenor vendrá dado por 3 factores: uno, cuál sea la opción ganadora; dos, por la magnitud de la diferencia entre las opciones en juego; y tres, por el comportamiento de la población y su clase dirigencial de todo orden, particularmente los líderes políticos, sociales y empresariales.

El plebiscito de salida ha tenido lugar luego de una intensa campaña a favor y en contra de la propuesta elevada por una convención constituyente elegida democráticamente. Campaña efectuada en un contexto extremadamente complejo marcado por golpes bajos, noticias falsas, fuerte incidencia de las redes sociales, el desnivel de recursos disponibles por parte de una y otra opción, una economía nacional y mundial en declive. A ello cabe agregar la asunción de un nuevo gobierno hace menos de 6 meses encabezado por el presidente más joven que ha tenido el país en toda su historia, y sin disponer de las mayorías en el parlamento. Mayorías imprescindibles para realizar las profundas transformaciones comprometidas.

Cualquiera sea el resultado final, la pelota será traspasada al parlamento en funciones, ya sea para ver cómo y qué cambiar de la constitución del 80 o de la propuesta constitucional, lo que dependerá de cuál sea la opción triunfante: rechazo o apruebo. Lo que la campaña ha puesto de manifiesto es que las posturas extremas están condenadas al fracaso: tanto por parte de quienes quieran mantener la constitución del 80 tal cual, sin moverse ni un ápice de él, como por parte de quienes se empecinen en implementar la nueva constitución tal cual está.

En consecuencia, se iniciará una fase de negociaciones, y la fuerza con que se acceda a ella por parte de los distintos actores, estará determinada por cuál sea la opción que gane y por la diferencia con que se ganó/perdió. Lo que viene será muy distinto si se trabaja a partir de la constitución actual o a partir de la nueva constitución. Uno pasa a ser el dueño de casa y el otro la visita. Y también será muy distinta la fuerza con que las partes se sientan a conversar si el triunfo ha sido holgado o estrecho. En el cuadro que sigue se ilustran los escenarios que se abren, todos caracterizados por la negociación, la conversación.

Gana/Resultado

Estrecho

(menos de 10 puntos)

Holgado

(más de 10 puntos)

Apruebo

E1: Se negocia mucho con el apruebo en posición dominante

E3: Se negocia poco con el apruebo en posición dominante

Rechazo

E2: Se negocia mucho con el rechazo en posición dominante

E4: Se negocia poco con el rechazo en posición dominante

Continúo estas líneas, conociendo la tendencia de los resultados, los cuales revelan un abrumador triunfo de la opción rechazo, lo que nos ubica en el escenario E4 de la tabla, con la dirigencia del rechazo en posición claramente dominante y con poca capacidad de negociación de quienes respaldaron el apruebo.

Es interesante consignar que para el plebiscito de entrada la opción de una nueva constitución logró casi un 80%, porcentaje que en este plebiscito de salida se redujo estrepitosamente a una cifra, al momento de escribir esta columna, que bordea el 40%. La pregunta que la dirigencia del apruebo debe hacerse es ¿qué se hizo mal para reducir a la mitad el porcentaje alcanzado en el plebiscito de entrada? Hubo un vuelco tal que obliga a una introspección, a asumir con humildad el veredicto popular.

Ahora, la responsabilidad se traslada al interior de los partidarios del rechazo donde conviven quienes quieren mantener la constitución del 80 tal cual está, quienes quieren cambios cosméticos, y quienes reconocen la necesidad de cambios profundos acorde a los tiempos que vivimos.

En este marco, serán claves el comportamiento, la conducta que adopten los distintos actores implicados, tanto a nivel de base poblacional y laboral, como a nivel de la dirigencia política, sindical, social y empresarial. Poner paños fríos a las cabezas calientes deberá ser la orden del día para abrir espacio a la sensatez, al sentido común, a la cordura, mirándonos a los ojos, dejando atrás un clima de odiosidad inconducente. Se deberá pasar a un clima de acuerdos de cara a la gente, sin cartas escondidas abriendo espacio a la confianza para dejar atrás desconfianzas. Este es el gran desafío, la gran responsabilidad que tendrán los políticos y el gobierno encabezado por Gabriel Boric.

 

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