abril 06, 2022

La Convención Constituyente en tierra derecha


La Convención Constituyente (CC) ya se encuentra próxima a ingresar a su fase final, no sin dificultades ni críticas. Unos ponen el acento en su composición, otros en sus actuaciones. Para los convencionales se ha tratado de un desafío mayúsculo. La CC nace como consecuencia de la explosión social de octubre del 2019 y de la aspiración de casi un 80% del país, por dejar atrás la constitución actual para tener una nueva constitución. En este escenario, se eligieron a los actuales constituyentes que conforman la CC. Su objetivo no es otro que dar origen a “la casa de todos”.

En la CC hay expertos constitucionalistas y quienes “viven” en el país, quienes pisan tierra, andan en micro y representan a quienes sufren las consecuencias de la constitución que tenemos, del modelo de sociedad que se ha construido, el neoliberal, individualista, depredador. Tenemos una CC cuyos integrantes reflejan la diversidad socioeconómica y política del país, sin exclusión alguna. Convencionales elegidos democráticamente y donde están representados todos los sectores, incluidos los de quienes desean perpetuar la actual constitución.

La CC no ha estado exenta de críticas desde los más diversos ángulos, unas con propósitos inconfesables, otras con un ánimo constructivo, positivo. Las primeras apuntan a obstaculizar las transformaciones que se requieren para disminuir la desigualdad que ha dado origen al malestar imperante y a mantener las características esenciales de la constitución que tenemos.  Estas críticas suelen provenir de las élites o castas beneficiadas en estas décadas gracias a sus posiciones de privilegio antes que como consecuencia de un esfuerzo y trabajo perseverante y responsable.

Las críticas constructivas expresan una preocupación e interés por llegar a buen puerto. Críticas que invitan a tender puentes antes que a cavar o profundizar fosas ya existentes. Esta asumo que es la intencionalidad de quienes se han dado en llamar amarillos por Chile, o quienes conforman el movimiento “una que nos una”.

Ambas críticas, tanto las que buscan socavar los resultados del trabajo que realiza la CC, como los que buscan mejorarlos, no pocas veces se solapan, viendo fantasmas o dando por verdadero lo que no son sino falsedades. A modo de ejemplo, se proyecta la imagen de que en la CC habría una suerte de aplanadora de un grupo sobre otro, y que por tanto no se estaría construyendo “la casa de todos”. Esto es de falsedad absoluta, por cuanto no existe grupo dominante alguno sin contrapeso. Por lo mismo nadie puede hacer lo que quiera ni poner el pie encima de nadie. Esto pareciera de difícil comprensión para quienes están habituados a manipular las cosas a su antojo.

La misma metodología de trabajo que se ha dado la propia CC impide cualquier manipulación que se quiera realizar. Desde el momento que algo se aprueba en una comisión debe pasar al pleno de la CC donde debe pasar la valla de los 2/3. Y bien sabemos que ningún grupo político por sí solo monopoliza los 2/3. Si una disposición aprobada en una comisión no supera los 2/3 del pleno, pero supera el 50% de los votos del pleno, vuelve a la comisión para su mejora a fin de que logre sortear la valla de los 2/3. Y si no supera el 50%, la disposición no pasa al borrador ni a revisión, simplemente va al tarro de la basura. Esta metodología de trabajo es la que garantiza que los maximalismos no tengan espacio dado que no lograrán superar el escollo de los 2/3.

En síntesis, todos están forzados a negociar dado que nadie tiene el sartén por el mango. Esto es lo que pareciera que tiene molestos a no pocos acostumbrados a hacer todo a su pinta, razón por la que no trepidan en entorpecer la andadura convencional.

El problema más complejo que se viene encima es el de la armonización de las disposiciones que se aprueben porque cada temática se ha abordado en forma aislada. Y llegada la hora de la verdad necesariamente deberán ensamblarse para conformar un cuerpo coherente donde las disposiciones aprobadas por el pleno se complementen entre sí sin entrar en contradicción. Ese sí va a ser un trabajo de filigrana.

Lo que de allí emerja, será sometido al escrutinio público en el plebiscito de salida. Si nos gusta, lo aprobaremos, de lo contrario, lo rechazaremos. Así de simple. 

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