Photo by Barbara Zandoval on Unsplash |
Recientemente fuimos testigos de una marcha en Iquique en
protesta contra los inmigrantes que ocupaban espacios públicos. Una marcha que
culminó con la destrucción de lo poco que traían consigo los inmigrantes
provenientes gran parte de ellos de pasos fronterizos ilegales. Lo que vimos en Iquique se aleja de lo que se asume que somos: un país hospitalario, que recibe con los brazos abiertos al forastero.
Nadie emigra por capricho. Los más, escapando de pobrezas o persecuciones
de todo orden. En este caso, la mayoría de los inmigrantes afectados provienen
de Venezuela, país que en su tiempo acogió a inmigrantes. Hoy les toca emigrar.
Son las vueltas de la vida.
Habiendo recién asumido la presidencia, en una entrevista, Piñera
declaró en marzo del 2018 que “Vamos a
seguir recibiendo venezolanos en Chile, porque tenemos
un deber de solidaridad“. Un año después, en febrero del 2019, el mismo presidente
Piñera, en la fronteriza ciudad colombiana de Cúcuta, sostenía que “El pensamiento de la inmensa
mayoría de los chilenos es tener un compromiso firme y claro con la
defensa de la libertad, la democracia y de los derechos humanos“. Frase
que complementó con una dura crítica al gobierno venezolano, señalando que “no
hay nada más perverso, más cruel, más inhumano, que un régimen que niega la
ayuda humanitaria a su propio pueblo“ y enviando palabras de aliento a “esos
millones de héroes”, en alusión a quienes protestaban y se enfrentaban a
las fuerzas policiales gubernamentales venezolanas.
Posteriormente, el mismísimo Piñera se dio el lujo de afirmar, poco
antes del estallido social de octubre del 2019, que viéramos a Chile como un
verdadero oasis en medio de esta América Latina convulsionada. Por la boca
muere el pez. El resultado es lo que estamos observando: caravanas de inmigrantes
que ingresan al país en plena pandemia por los más diversos pasos fronterizos,
legales e ilegales. Tras toda inmigración hay tragedias familiares, precariedad,
ilusiones.
En vez del abrazo de un país que les ofreció solidaridad a través de su presidente, lo vivido en Iquique es la expresión de una xenofobia, que no es otra cosa que el odio, el recelo, la hostilidad y rechazo hacia los extranjeros. Sin embargo Chile ha sido tradicionalmente receptivo con quienes se asientan en su suelo. Por lo mismo, antes que xenofobia, lo visto parece ser aporofobia, el rechazo a los pobres.
Sería bueno que muchos de quienes enarbolan las banderas del
nacionalismo se miraran al espejo. Muchos de nosotros somos descendientes de inmigrantes que en su momento
también llegaron con una mano adelante y otra atrás para abrirse paso a punta
de esfuerzo.
Lo ocurrido revela varias cosas. Uno, que todo país tiene una
capacidad limitada de absorción de inmigrantes que viene dada por sus propias
circunstancias. Dos, que es responsabilidad de las más altas autoridades no
alentar expectativas infundadas que sobrepasen esta capacidad de recepción del
país. Y tres, generar las condiciones para que toda inmigración sea con pleno
respeto a la dignidad humana. No puede ser que luego de incentivar la
inmigración sin limitación alguna, seamos testigos de los vuelos de inmigrantes
identificados con overoles blancos, esposados y acompañados de funcionarios de
la policía de investigaciones, para ser expulsados de retorno a su país.
Tras toda migración masiva, como la que nos ha tocado observar hay dramas humanos que no es posible desatender. Las migraciones han existido desde siempre, a lo largo de toda la historia de la humanidad. Hoy, gracias a los medios de comunicación tomamos conocimientos de ellas con prontitud, sentados en nuestras respectivas casas. Las migraciones son consecuencia de desigualdades de todo orden, políticas, económicas, religiosas. De África hacia Europa, de Centroamérica a Estados Unidos. Desigualdades que no necesariamente se explican porque unos sean flojos, haraganes y otros no. Es más profundo que eso.
estamos de acuerdo, el rechazo, finalmente, no es al inmigrante, más bien es al pobre .. no he visto ningún grupo antiinmigracion que rechace o agreda a inmigrantes con recursos. Por otro lado el proceso de inmigración seguirá incrementandose, entre otros, por el efecto de cambio climático. Así las cosas, sólo cabe hacerse cargo y generar una política institucional que aborde la inmigración como un proceso integral y permanente.
ResponderBorrarSaludos Rodolfo
Muy cierto...!tal parece que éstas violentas manifestaciones de intolerancia y xenofobia constituyen...mera proyección del temor y la repulsión a la miseria y el desamparo...con maquillaje patriótico nacionalista...!
ResponderBorrarGracias por compartir Rodolfo...!