En la oposición, una bolsa de gatos hasta la fecha, no hay
claridad alguna, si bien hay muchos candidatos a la vista, se desconoce si va a
haber una, dos o más primarias. También hay candidatos que no se sabe si van a
poder reunir la cantidad de firmas que se les exige.
Tal como están las cosas, estamos ante un escenario inédito:
que un presidente de una coalición gobernante, ChileVamos, con una altísima
tasa de rechazo por parte de la ciudadanía, tenga la posibilidad de que su
sucesor sea de la misma coalición. En democracia, lo normal es que un mal
gobierno sea reemplazado por una coalición opositora. Es lo que se entiende por
alternancia, es la razón de ser de las convocatorias electorales, las que no
son sino instancias de evaluación de quienes están a cargo de las más altas
responsabilidades públicas.
Este inédito escenario es el que explica el dilema en que se
encuentra la UDI. En circunstancias normales todo partido concurre a una
primaria con otros partidos con un único candidato. Esta decisión ha sido postergada a la espera
de los resultados que arrojen las elecciones de convencionales, gobernadores,
alcaldes y concejales, y en particular en las alcaldías de las comunas de Las
Condes y de Providencia. En la comuna de Las Condes habrá que ver cómo le va a
la candidata con que la UDI busca suceder a Lavín, y en Providencia habrá que
ver cómo le va a la mismísima Matthei.
La UDI tendrá que leer con una buena lupa los resultados electorales,
y en tiempo record, porque el Consejo General que habrá de dirimir la situación
tendrá lugar una vez conocidos los resultados. La directiva de la UDI y sus parlamentarios
han tomado nota de la trascendencia de una decisión que podría llevar por
primera vez a alguien de sus filas a tomar las riendas de la nación desde el
fin de la dictadura. No quiere ni puede dejar que se le escape esta posibilidad
histórica que la disgregada oposición le está regalando: que Chile tenga un presidente
UDI.
Lavin es de la tesis que la UDI debe llevar un único
candidato a las primarias, que es lo natural. Matthei plantea que vayan los
dos, apoyándose en que ambos suman más. Los dos ya tienen harto carrete
electoral en el cuerpo, ambos acumulan triunfos y derrotas. Lavín estuvo adportas
de ganarle a Lagos en la segunda vuelta del 2000. Matthei dio la cara por la
derecha cuando en el 2013 nadie quería darla, ya que se daba por hecho que el
triunfo de Bachelet era inevitable. Recordemos que la UDI levantó la
candidatura de Gosborne, a quien tuvieron que bajar, levantando a Longueira
para impedir el triunfo de Allamand en las primarias del 2013. Apenas triunfó
Longueira le vino una “imprevista” depresión, pero el objetivo había sido
logrado: impedir que corriera Allamand en la justa presidencial. De la manga
levantan a Matthei, quien va al sacrificio sin hacerle el quite a un desafío
que se sabía imposible.
Tanto Lavin como Matthei saben que quien sea nominado por el
Consejo General de la UDI, o quien gane las primarias, tiene las mayores
posibilidades de ser el próximo presidente(a). Por eso no dan el brazo a
torcer. Lo más democrático sería lanzar al ruedo a ambos para que quienes
adhieren al pensamiento de la derecha resuelvan. Sin embargo, lo que se
resuelva va ser consecuencia de los cálculos que realice el Consejo General. Cualquiera
sea la decisión, encerrará costos no menores.
Con todo, el panorama está tan líquido, que toda lógica puede
derrumbarse de un momento a otro, y donde todo puede pasar, como lo demuestra
que en este minuto esté encabezando las preferencias un personaje, Pamela, tras
el cual no hay nada, ni proyecto ni ideas, tan solo nietitos. Nada es
imposible. La resurrección en política existe. Pruebas existen al por mayor. Nadie
se debe dar por ganador ni por derrotado. Las fidelidades ideológicas a las
cuales estamos habituados están quedando atrás. La volatilidad ha llegado para
quedarse.
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