octubre 17, 2019

Cataluña jaqueada

A dos años del referéndum realizado en Cataluña consultando a su población si quería o no la independencia de España, nuevamente los ánimos se caldean a raíz de las sentencias condenatorias contra quienes convocaron al referéndum.

En ese tiempo, España estaba gobernado por Mariano Rajoy, del Partido Popular (PP), representativa de la derecha española y que poco después cayó bajo el peso de la corrupción de los suyos. Ya entonces, el bipartidismo estaba saltando por los aires, fragmentándose las preferencias ciudadanas a diestra y siniestra, la que persiste y que de alguna manera ha dificultado la conformación de gobiernos estables. Desde entonces, la inestabilidad parece ser el signo de los tiempos, no solo en España, sino que en el mundo entero.

Esta inestabilidad persiste, y en medio de ella, la condena de desde el poder judicial a la dirigencia catalana responsable de un referéndum que desde el punto de vista de España es considerado ilegal. Esta condena ha resucitado un clima áspero y desatado escenarios de violencia no deseada por nadie con dos dedos de frente.

La decisión judicial se da en un contexto distinto al de años atrás. Quien gobierna ahora ya no es el PP, sino que el partido socialista obrero español (PSOE), ad portas de una elección en la que se juega la continuidad de su dirigente máximo, Pedro Sánchez. Lo que está ocurriendo hoy en Cataluña inevitablemente tendrá consecuencias electorales.

Como siempre, la derecha presiona y exige a Sánchez para que imponga, a como dé lugar, el orden y la autoridad, poniendo énfasis en la necesidad de que prevalezca el imperio de la ley, tal cual la entienden, sin medias tintas.

Complejo escenario el que se vive. El PSOE, con Sánchez a la cabeza, invita a poner paños fríos, a la moderación, al entendimiento en un contexto de ofuscación.

Más allá de antecedentes políticos, culturales, sociales y/o económicos que justifiquen las posturas de unos y otros, Cataluña debiera tener presente que en un mundo globalizado, de derribo de fronteras, más que construir muros, deben tenderse puentes. Por otro lado, España debe tener presente que no podrá ser suya toda una región, toda una cultura, cuando gran parte de ella no la quiere. Tanto España como Cataluña deben quererse, de lo contrario es imposible que puedan constituirse en una unidad. Ya no están los tiempos para imposiciones. La gran riqueza de España reside en su diversidad cultural, por lo que estoy convencido que hay más razones para quererse que para no quererse.

En esto, lamentablemente percibo que la dirigencia política ha fallado y no ha estado a la altura de sus responsabilidades.

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