Chile tiene la oportunidad de hacer nuevamente historia en este campeonato mundial. Ya hizo historia al dejar fuera de carrera a España, actual monarca del futbol mundial. Ahora, si elimina a Brasil, un país con tradición de producir jugadores de clase mundial, en su propia casa.
Así como Chile tenía la obligación de ganar su partido ante Australia, no la tenía para ganarle a España. La lógica señalaba que el favorito era España. Ahora también, la lógica futbolística nos dice que debe ganar Brasil, al igual que la lógica económica. Si Brasil no sale airoso en este lance, sería una catástrofe de proporciones, para la FIFA, para Brasil y para su gobierno.
En síntesis, Brasil no puede perder. Esta afirmación tiene lugar a pesar que se reconoce que en los partidos que ha jugado no ha brillado, ni cuenta con un plantel como los de antaño. La única figura descollante es Neymar. Lejos están los tiempos en los que el grueso de sus jugadores brillaban.
Chile, por el contrario, llega en uno de sus mejores momentos, con un plantel como nunca ha tenido. Nunca en su historia hubo tantos chilenos destacándose en los principales campeonatos más exigentes. Toda una generación de astros como difícilmente volveremos a tener. A diferencia del mundial del 2010 en Sudáfrica, ahora el plantel está más fogueado, experimentado. Sus jugadores se encuentren en la plenitud de su madurez.
Es la oportunidad soñada. Es cierto que Brasil no puede perder, que difícilmente los árbitros se podrán sustraer a la presión de los locales y de la propia FIFA que no querrá que le estropeen el negocio. Hay que asumir que tendremos árbitros y público en contra.
Es la oportunidad para que Chile vuelva a hacer historia, esta vez dejando en el camino a Brasil. La lógica está contra Chile, pero los partidos hay que jugarlos en la cancha. Nada está perdido de antemano. Se está en condiciones, como nunca, para jugar de igual a igual ante cualquiera en cualquier parte del mundo. Brasil tiene debilidades, su defensa es vulnerable.
Chile no puede darse el lujo de cometer errores. Deberá jugar con los dientes apretados, con velocidad, sin dejarse expulsar ni pisar el palito ante eventuales provocaciones. Con sangre fría y caliente al mismo tiempo, pero sobre todo, con confianza en que se puede.
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