Imposible esquivar la relevancia del triunfo de Chile sobre España en el mundial de fútbol que se está desarrollando en Brasil. Con Australia el partido había que ganarlo sí aspirábamos seguir con vida, tanto por las pretensiones nuestras como porque Chile tiene más historia futbolística y por el plantel con el que cuenta, donde casi todos juegan en el exterior, muchos de ellos en las principales ligas europeas.
Pero el partido con España era otra cosa. Mal que mal, son los actuales campeones del mundo y la historia tampoco nos favorecía. Si bien habían sido vapuleados por Holanda en el primer partido, necesitaban resarcirse de la derrota. Los últimos partidos de Chile tampoco ayudaban al optimismo, aunque se tenía la esperanza y confianza que los jugadores que pisaran el pasto darían lo mejor de sí. También se confiaba en la calma, la modestia, la tranquilidad de Sampaoli, un argentino que no parece argentino.
Se ganó categóricamente, con Chile en lo suyo, con desplante, no se achicó, no se amilanó, se paró con clase, confianza y seguridad. Atrapado en el pasado quedó ese juego de Chile arratonado, buscando el empate, evitando la goleada, refugiado en su propio arco.
España llegó herido al partido, sintió la goleada que le propinó Holanda, mostrando un juego que a ratos me hizo recordar el Chile de antaño, el del pase corto, el del juego bonito, pero ineficiente, sin contundencia. Chile logró la proeza de eliminar al campeón del mundo y pasar a la ronda siguiente. El partido con Holanda servirá para definir el primer y segundo lugar. Con lo ya hecho, Chile ya está haciendo historia.
Pero los jóvenes estandartes aspiran a más y todo Chile les acompaña. Sueñan, con los pies en la tierra, y nos están invitando a soñar como nunca antes. En esta hora bendita, hay que reconocer que este camino se viene recorriendo desde hace unos años, siendo uno de sus hitos, la llegada del loco Bielsa, quien a la distancia debe estar disfrutando del fruto de lo que sembró. Siembra que ha caído en tierra fértil gracias a los cuidados de Sampaoli, un entrenador que le hace bien no solo al futbol, sino que al país.
Desafortunadamente, la gran alegría ha sido parcialmente opacada por los desmanes que han acompañado las celebraciones. Desmanes que ponen en vitrina lo que no debe hacerse, a diferencia de los jugadores que nos están demostrando que el trabajo persistente, serio, responsable rinde frutos, provee satisfacciones, llenan de gozo nuestros espíritus.
Un triunfo histórico en el Maracaná. Como para llenarnos de orgullo.
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