Al momento de egresar de la enseñanza media, los jóvenes inician un proceso de decisiones de consecuencias no menores. La primera se relaciona con el camino seguir de entre las alternativas disponibles: ingresar al mundo laboral, o continuar estudios en la educación superior. Cualquiera de estos caminos plantea exigencias, obstáculos a vencer.
La decisión de ingresar al mundo laboral, tiene sentido si se tiene aversión por el estudio, limitaciones intelectuales, necesidades económicas inmediatas y/o tenerse un especial olfato para los negocios y/o de las oportunidades existentes en el mercado. Cualquiera sea la causa, por lo general este no es un camino corto, sino que por el contrario, es un camino largo, de esfuerzo, para salir adelante.
Cada vez son más quienes optan por continuar estudios superiores, en cuyo caso se hace necesario descifrar las opciones que se tienen por delante. La serie de decisiones a adoptar parte por si estudiar una carrera profesional o técnica. En este último caso, la alternativa son los centros de formación técnica. Se trata de una alternativa atractiva para quienes desean estudiar una carrera de no más de 4 años, eminentemente práctica, y de menor costo que una carrera profesional. Considerando el déficits de técnicos existentes en el país, se asume que la demanda por ellos debiera ir en ascenso, aunque deben vencerse los prejuicios existentes en relación a los universitarios. Lo mismo vale respecto de quienes egresen de institutos profesionales.
Si la opción es estudiar en alguna universidad, primero se debe tener claro qué carrera escoger, y luego en qué institución, no al revés. Para definir la carrera a seguir, lo más importante es escuchar lo que nos dice la vocación que anida en cada uno de nosotros. Los que la tienen clara desde su infancia, no tienen por dónde perderse. Cuando la vocación no está claramente definida, la segunda variable a considerar es la capacidad, las aptitudes que se tienen para uno u otro camino, esto es, si uno tiene dedos para el piano o no. Se aconseja fuertemente estudiar aquello para lo cual se tienen facilidades que permiten aprender más rápidamente, sin tanto esfuerzo. La tercera y última variable a considerar, es el mercado laboral, la que aconsejo solo si tanto la vocación como las aptitudes que se tienen son difusas, no están claramente identificadas.
No hay por donde perderse: primero, la vocación; luego las aptitudes; y solo al final, las posibilidades de encontrar trabajo y las remuneraciones esperadas. Una vez decidida la carrera a estudiar, viene la última definición: ¿en qué universidad? Dilema no menor en una realidad marcada por publicidad engañosa, subliminal, distorsionadora. ¿Cómo distinguir las universidades de verdad de aquellas cuyos fines no confesados no son sino el lucro o la segregación o la infiltración ideológica? Hay evidencias de que las mejores universidades no son las que lucran, ni las que segregan económica o socialmente, ni las que tienen un sesgo ideológico o religioso.
Teniendo identificada la carrera que se quiere estudiar, debe escogerse la universidad donde la carrera esté acreditada por el mayor número de años como una forma de asegurarse que el plantel cuenta con un buen cuerpo docente, estable, comprometido, con una infraestructura física, propia, no arrendada, amplia, acogedora, abierta, como se entiende que debe ser un campus universitario.
Los jóvenes de hoy no la tienen fácil pues deben tomar decisiones trascendentales para su vida que en un pasado no muy remoto eran tomadas por sus viejos, pero que en los nuevos tiempos son impensables, ya sea porque los propios jóvenes han decidido tomar el toro por las astas, como porque los propios viejos han renunciado a ello.
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