A la candidatura oficialista de Evelyn parece lloverle sobre mojado todos los días. A lo largo de la campaña no le han faltado las malas noticias. Le sobran por uno u otro motivo, sin parar, como si de una mala racha o de una confabulación se tratara.
No resulta fácil encontrar las razones para explicarse el actual estado de la campaña de Evelyn. No resulta fácil a la luz de las cifras que se manejan desde las esferas de gobierno. Crecimiento sin parangón, inflación bajo control, negocios florecientes, bajas tasas de desempleo rayanas en el pleno empleo. Esta triada no la tiene cualquier gobierno. De allí que se agarren de la cabeza frente a la posibilidad de que se les escape el control del próximo gobierno que emergerá de las urnas en los próximos días.
Desafortunadamente para sus adherentes, la sarta de errores no forzados, junto con algunos forzados ha conducido a la candidatura de Evelyn hacia una suerte de crónica de una derrota anunciada.
Entre los primeros se cuentan las bajadas y subidas de candidatos. Evelyn no es sino la culminación de esta serie que se inicia con la subida de Golborne por parte de la UDI, animada por competir en el plano de la simpatía o la sonrisa, y que a poco andar se desploma ante las denuncias de intereses usureros en la empresa donde oficiaba de gerente, y que se remata con la denuncia de sus depósitos en paraísos fiscales.
Ad portas de las primarias presidenciales cunde el pánico en la UDI, y en un dos por tres, lo bajan, y suben a Longueira, cuya máxima aspiración desde hace años no era otra que ser candidato a la presidencia de la nación.
Logran ganar a Allamand en las primarias, cuando para sorpresa de todos, la candidatura de Longueira se desploma al más puro estilo de la extinta Unión Soviética. La razón oficial, un cuadro depresivo que nadie logra explicarse razonablemente, en una persona que llevaba más de 30 años metido en la cosa política. Con este sustrato, vetado Allamand por parte de la UDI, emerge como candidata de última hora, también en un dos por tres, Evelyn. La nomenclatura de la UDI, los eternos coroneles, la proclamó entre gallos y medianoche.
Los resultados de la primera vuelta no hicieron sino confirmar lo que se temía. El premio de consuelo, lograr entrar a una segunda vuelta, con el paso de los días, y a medida que se aproxima la fecha, amenaza con ser más un castigo que un premio propiamente tal. Desde entonces, todo parecen manotazos de ciego. Desde la creación del observatorio judicial para ocultar las responsabilidades de gobierno en materia de seguridad ciudadana, hasta la invocación de catástrofes bíblicas si los evangélicos osaran votar por su contrincante.
La afonía de la que ha sido afectada, adportas de los debates con los que desde siempre ha soñado, no hace sino poner un broche de oro a lo que ha sido una campaña donde han sobrado las zancadillas desde la propia derecha. Emblemáticos candidatos de su sector que ganaron las elecciones parlamentarias, resuelven irse de vacaciones, dejándola al garete; o una candidatura presidencial más afín a su sector, Parisi, que la trata como una mujer “mala”, en contraposición a Michelle, a quien no duda en visualizar como una “dama”. Y un senador de la coalición que la respalda, que en la primera vuelta le negó su respaldo, ahora afirma que sus ideas de gobierno las ve más cercanas a la candidatura de la Nueva Mayoría. Y ahora, uno de los candidatos alternativos, Sfeir, entusiastamente, resuelve respaldar a Michelle en esta segunda vuelta.
La derecha, como dando por perdida la elección, sin pudor alguno, ya está levantando candidatos para la elección presidencial de cuatro años más. La única incertidumbre que aparece en el horizonte sería el del nivel de abstención. Un alto nivel de abstención si bien no deslegitima al ganador, lo debilita porque lo hace menos representativo de la totalidad de la población. De allí que un gobierno que emerge con una mayoría absoluta con bajo nivel de abstención, lo hace debidamente empoderado para implementar las transformaciones que el país pueda estar demandando.
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