El inicio de un nuevo año, es la oportunidad para unas pinceladas acerca de lo que ya pasó y de lo que se nos viene. Estas pinceladas pueden ser tanto a nivel regional, nacional como internacional, como de diferentes ámbitos, político, económico o social. En el marco de una columna me restringiré a lo político y lo nacional, con especial referencia al contexto en que nos situamos.
De partida, en el año que pasó, lo más relevante es que la ciudadanía resolvió quitarle la confianza a un gobierno y una coalición política, cuyos adherentes aún no logran entender qué fue lo que pasó, convencidos que lo hicieron estupendo, haciendo crecer la economía, manteniendo baja la inflación y con bajas tasas de desempleo. A lo más imputan a derrota a problemas comunicacionales, déficits políticos, ausencia de humildad, carisma de Michelle. Las causas son más profundas.
El arbolito que tenemos, esto es, el modelito político-económico-social, podado y repodado, no gusta, y ha traído consigo un malestar inasible.
Estamos convencidos que el mundo nos mira como un país modélico. A estas alturas, se nos ve como el paradigma del neoliberalismo, tal como en un pasado no muy remoto se nos vio como un modelo de transición pacífica hacia la democracia; de un modelo de dictadura en tiempos del innombrable; de un modelo de socialismo en democracia en tiempos de Allende; o de revolución en libertad en tiempos de Frei Montalva.
Lo concreto es que estamos insertos en un contexto del que difícilmente escaparemos, marcado por oleadas. La década de los 60 estuvo marcada por el influjo de la revolución cubana, la derrota de USA en Vietnam; la de los 70 por la oleada militarista, caracterizada por una represión sin parangón que trascendió fronteras geográficas; la de los 80 por la imposición de un modelito neoliberal extremo que en lo grueso se conserva hasta la fecha y que ha dado origen a protestas, al agotamiento del militarismo; la de los 90 por las transiciones hacia la democracia, más o menos largas, más o menos profundas. Todo esto, en medio de un desarrollo científico-tecnológico sin precedentes cuyas caras más visibles son los PC, los tablets, los celulares, internet, los correos electrónicos, las compras en red, las redes sociales. La información se expande vertiginosamente.
En la primera década del presente siglo, marcada por las consecuencias de políticas que desembocan en una crisis financiera a nivel mundial, y un cierto cansancio con transiciones que parecen interminables, incapaces de modificar sustantivamente el modelito vigente. Asoman las primeras movilizaciones que empiezan a caracterizar a la presente década. El 2014, difícilmente escapará a este sino. Todo indica que las movilizaciones llegaron para quedarse a despecho de los medios de comunicación tradicionales jaqueados por las redes sociales capaces de movilizar multitudes en minutos y que hacen tambalear o caer gobiernos.
Más allá de quienes nos gobiernen, gobernar se hace una tarea cada vez más compleja, particularmente cuando se pretende hacerlo de espaldas a una ciudadanía más exigente, que cada vez menos entiende a quienes hacen fortuna sin trabajarle un peso a nadie. En este contexto, en marzo se iniciará un nuevo ciclo político en Chile con Michelle en la presidencia. De ella y de todos nosotros depende que seamos capaces de sortear obstáculos navegando en mares encrespados.
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