La muerte de un dirigente sindical de una de las miles de empresas subcontratistas que el modelo económico chileno ha generado, pone nuevamente al país en ascuas. Si no es por una cosa, es por la otra, pero permanentemente la realidad nos desafía una y otra vez. Empresas subcontratistas al servicio de empresas contratistas.
Empresas contratistas que antes tenían miles de trabajadores sindicalizados y que se han ido jibarizando para centrarse en sus respectivos “core business”, negocios principales, para mejorar su rentabilidad, o sostenerla, en un contexto de liberalización, de globalización, de creciente competitividad, de revolución de las comunicaciones. Por la vía de la tercerización, de la externalización, del outsourcing, las grandes empresas se han ido despojando de la grasa para quedarse con puros músculos.
Juan Pablo Jimenez trabajaba en una de esas empresas subcontratistas, grasientas, que hacen el trabajo sucio, el trabajo marginal que no hace la empresa contratista, en este caso Chilectra. Llevaba 10 años trabajando en la empresa, tenía 35 años, pronto a cumplir los 36. Era el presidente de uno de los sindicatos de la empresa subcontratista, Azeta, un sindicato formado por 40 trabajadores. No olvidemos que el modelito chileno está hecho para que las empresas puedan tener tantos sindicatos como los trabajadores -¿ó la propia empresa?- quieran. Es el modelito que se quiere exportar a nivel mundial con el componente laboral debilitado al máximo, donde cada sindicato pese menos que un paquete de cabritas, o que una chaucha, y el componente patronal fortalecido al máximo.
Pues bien, Juan Pablo, de familia modesta, padre de dos hijos pequeños, trabajador, estaba sentado en una banca al interior de la empresa cuando de repente se desplomó. Se pensó en un desmayo. Se lo llevaron a una clínica. Llegó cadáver. No fue un desmayo, fue una bala.
La Policía de Investigaciones (PDI), a través de uno de sus comisarios, a ´pocas horas de la muerte de Juan Pablo afirma que “recabada una grabación de una cámara de seguridad de la empresa, la línea investigativa nos orienta a que el Jimenez fue víctima de lo que se denomina comúnmente como una bala perdida”. Así de simple, una bala perdida, una bala loca.
Juan Pablo hace rato que estaba cansado de los atropellos a los derechos laborales y los despidos injustificados y que estaba por denunciar ante los Tribunales y la Dirección del Trabajo. De Juan Pablo se recuerda una frase que debiera guiar nuestra conducta: “Prefiero luchar y perder, que perder sin haber luchado”.
La teoría o tesis de la bala loca o perdida es insostenible, es para incautos, para estúpidos, para pelotudos. ¿Eso somos? Por favor! Me recuerda la tesis que las muertes por "la ley de fuga" en tiempos de la dictadura.
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