Las elecciones presidenciales del domingo en Francia cobran especial relevancia porque hay muchos elementos en juego. Entre ellos, un freno o un impulso al neoliberalismo, a la visión del mercado como la solución de todos los males, y del Estado como promotor de éstos; un freno o un impulso a la xenofobia que se asoma por Europa como estrategia para encarar las dificultades económico-sociales que enfrenta.
La primera vuelta fue apretada, con los dos contendores –Sarkozi y Hollande- ambos con menos del 30% de los votos pasaron a la segunda vuelta sin que ninguno de los dos se lograra imponer con claridad. Si hubiese que hablar de un triunfador en esa primera vuelta, ésa fueron los extremistas de lado y lado, pero sobretodo, la extrema derecha francesa encabezada por Marine, hija de Jean Marie Le Pen, fundador del Frente Nacional. Un tercio del electorado francés se ha vuelto extremista.
Las razones de esta polarización, de la pérdida de peso electoral de las fuerzas moderadas, tienen su origen en la incapacidad de la clase política tradicional para encarar el deterioro de la situación socioeconómica que vive Francia, y Europa en general, y la tentación por el camino fácil: la xenofobia, el chauvinismo.
En tiempos de bienestar, Europa atrajo oleadas de inmigrantes desde los más diversos rincones del mundo, muchos de los cuales, en sus países de origen no solo no tenían oportunidades, sino que no tenían destino acosados por el hambre o las guerras. Otros inmigrantes, tan solo regresaron a tierras desde donde sus antepasados habían escapado de guerras mundiales o de existencias también sin destino.
Hoy, en tiempos de malestar, el discurso de la ultraderecha se vuelve xenófobo. Francia tiene en su seno, una fortísima población inmigrante, procedente en lo fundamental de aquellos países que en su tiempo fueron colonias francesas. La mirada ultraderechista, ahora centra su odio en los inmigrantes, visualizándolos como una amenaza y responsabilizándolos de las dificultades actuales. Nada nuevo bajo el sol. Nada más fácil que poner el foco en las minorías.
Europa está en una encrucijada, y dentro de ella, Francia en particular. La tentación de los candidatos para la segunda vuelta, es atraer estos votos de los sectores extremos que creen que la solución al malestar pasa por eliminar, expulsar, discriminar. Francia, como país cuna de la revolución francesa, de la libertad, igualdad y fraternidad, tiene que ser capaz de resistir esta tentación. Sarkozi es el más tentado a hacerlo, olvidando que él mismo es hijo de inmigrantes. Al fin y al cabo ¿quién no es inmigrante?
Para esta segunda vuelta, Marine afirmó que votará en blanco, dejando en libertad de acción a sus seguidores, revelando con ello que su propósito es infligir una dura derrota a Sarkozi para alzarse como líder opositora y guardarse para la próxima elección presidencial.
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